Maravillosas torrijas |
En el calendario semanasantero, la torrija es la oración
gastronómica más directa con el Cielo.
Si los humeros plateados de incienso saturan de santidad
nuestras pituitarias, y cornetas, tambores, paños de terciopelo y luminarias
mortecinas doman e incardinan el resto de nuestros sentidos, es la bendita
torrija la más humilde y completa de las sensaciones, y la que menos hartazgo
genera.
Desde siempre las he tomado en casa y en la de los vecinos,
pero nunca me generó entusiasmos. Tal vez aquellos corpachones blandurrios,
henchidos de leche con canela, que se desplomaban contra el suelo, me aterraban.
En la época de torrijas te abofeteaban con ellas en todas partes.
Pero mi amor con las torrijas germinó, como germinan el amor
y el sexo cierto día en el cuerpo de los adultos más vitales. Fue en Cuenca, la
olvidada, esa de Castilla donde hay
casas colgadas, resolí e higadillos con perdiz.
Fui a ver una tamborrada y me comí todo lo que había de raro
por cada rincón de la ciudad vieja. Al día siguiente, harto de tanta
transgresión de la Cuaresma, decidí santificar la fiesta y en la zona nueva
evangelicé mi estómago con un par de rotundas y rubias torrijas de pastelería
casera.
La Virgen Niña se me apareció, surgiendo desde el interior
de una torrija … ¿Quién eres tú, torrija, que mi amistad procuras? La torrija
me hablaba como me podría haber hablado Santa Teresa, aunque luego supe que
pudo ser el espectro de Lope el que me tentaba.
Un gusano hambriento devoratorrijas me recorre desde
entonces cada Semana Santa en León y en Castilla, en las aceñas de Zamora, en la
calle Tentenecio a orillas del Tormes, en las pedregosuras de Aliste y junto a las
Cadenas de San Gregorio vallisoletanas. Ya no puedo más … voy en pos de la
torrija …
Ingredientes de las torrijas |
La receta de las torrijas
Durante el segundo visionado de la procesión de El Silencio
de Zamora, engullía chipirones en el escaparate de un bar, mientras veía
desfilar a los cofrades, más atentos al televisor de dentro del bar que de
mirar para no tropezar con el hábito. Fútbol, chipirones a la plancha y
procesiones: ¡La Santísima Trinidad!
A la mañana siguiente, después de una dormida en la
Balborraz más villana, bajé a encontrarme con los capirotes blancos de La
Esperanza, con mis brazos zombificados hacia adelante y las fauces babeantes,
sorteando fieles ya desayunados … yo moría por una torrija …
Como la torrija es ese alimento simple y extraño que siempre
se me resiste a la memorización –la leche me reblandece también el cerebro- he
debido copiar la receta de un libro de monjes.
Es como las hago yo,
sin persignarme, pero reverenciando ese pan mojado en leche y frito, con
el que ya Viriato debía desayunar cuando estaba con las cabras, y la emprendía a torrijazos contra los romanos enfundado en una capa alistana.
Por fin, la receta
-9 rebanadas de pan bombón, especial torrijas, o viejo de barra.
-Un cuarto de litro de leche entera.
-2 cucharadas y media de azúcar blanco.
-1 huevo.
-Harina.
-Canela en rama y en polvo.
-Aceite, preferible de oliva, pero no necesario.
Se calienta la leche en un cazo con el azúcar y un palo de canela. Antes de que hierva, se retira el cazo del fuego y se vierte el contenido con cuidado por toda la superficie de las torrijas, dispuestas en una fuente. Las dejamos media hora en remojo.
Después se rebozan las torrijas, en la harina primero y luego en el huevo batido. Se fríen en abundante aceite caliente hasta dejarlas doradas. Después se escurren y se dejan reposar sobre papel absorbente de cocina. Se pasan a una fuente y se espolvorean con azúcar (en polvo o no) y canela molida.
Si nos han quedado poco dulces, se pueden untar ligeramente con miel.
Nota
Recordemos que el pan puede llevar sal o no, por lo que deberemos ser conscientes de ello al añadir el azúcar: si nos quedamos cortos, sabrá más a pan frito que a repostería (que es el objetivo) y si nos pasamos, sabrá más a pastelería.
Y en cuanto a la leche, la medida ideal es cuando ya el pan no absorba más.
Recordemos que el pan puede llevar sal o no, por lo que deberemos ser conscientes de ello al añadir el azúcar: si nos quedamos cortos, sabrá más a pan frito que a repostería (que es el objetivo) y si nos pasamos, sabrá más a pastelería.
Y en cuanto a la leche, la medida ideal es cuando ya el pan no absorba más.
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