La famosa antitortilla
Madrid,
décimo quinto día de confinamiento
por la cruel pandemia de virus de pangolín.
La famosa antitortilla de Madrid |
Sin salir a la calle más que para sacar la basura a la esquina y comprar viandas y papel higiénico cada cinco días (ya no sé dónde meterlo).
Con mucho tiempo libre en casa, ahorrándome las dos horas largas de ida y vuelta al trabajo más las cañas que puedan caer.
Sin posibilidad de catar más vinos que las pocas botellas baratas de buen Ribera que quedaban, dejando solas en el botellero de celdas a los Alentejos, Abadías de Retuerta y Dehesas de los Canónigos que no abriré para no tener que desperdiciarlas en solitario, pues no se pueden recibir visitas y no es plan de abrirlas frente al Skype reuniendo a mis amigos cerveceros.
El teletrabajo me agota más que en directo, pero me da pie a pasar más horas sentado delante del ordenador, que no descansa, viendo Whatsapp web, tuiteando, leyendo "coronavirus" en cada noticia, ... y haciendo cursos de mindfulness para combatir la ansiedad, y de pandemias para contrarrestarlos.
Añoro el olor a fritanga rancia de los bares cutres de Madrid, ... de los que quedan, claro, fagocitados por compradores chinos de todo a cien reconvertidos en hosteleros; y las copas amplias de las pocas vinotecas, donde el caldo de uva resbala dejando lágrimas felices al trasluz de su transparencia.
En casa hay algunos libros, tantos que podría tapizar las paredes con ellos por completo con dos capas y así aislarme de los regatones y flamenqueos de mis vecinos exóticos y borderline, y me ha dado por hurgar en los lomos, portadas e índices de algunos.
Así, por ejemplo, he redescubierto un libro de guisos castellanos casi olvidado con una receta de crestas de gallo, también que tenía libros de pescados nunca abiertos, recetas indonesias perdidas, ... y dos libros muy interesantes que hacía un lustro que no abría más que para hacer torrijas y sesos rebozados: La cocina de los conventos y La Cocina de los Monjes.
En la página 96 del segundo libro citado aparecía una breve receta de la tortilla de patatas que deseché enseguida por facilona. ¿Cómo era posible que a la joya gastronómica de los bares españoles le dedicaran apenas 10 líneas?
La razón tal vez es que, como en el caso de los expertos buscadores de setas que nunca revelan sus predios favoritos, los conventos y las amas de casa son los reservorios secretos del arte de la buena tortilla de patata.
De hecho, el jesuíta Carlos Conde, en su introducción del libro, La Cocina de los Monjes, alude a la famosa "tortilla de Orduña" con su tratamiento peculiar de la patata ... ¡sin decir cómo se hace!
De hecho, el jesuíta Carlos Conde, en su introducción del libro, La Cocina de los Monjes, alude a la famosa "tortilla de Orduña" con su tratamiento peculiar de la patata ... ¡sin decir cómo se hace!
Pero al abrir el primero, en un pliego bastante viejo de papel escrito a máquina y con manchas de grasa con los caracteres desiguales de tanto aporrear mal los macillos, descubrí una receta de tortilla de patata.
Pero ¿quién habría puesto allí aquella receta? ¿Se trataba de algún legado familiar de mi abuela María copiado a máquina con esmero adolescente? ¿O tal vez era la receta secreta de mi madre, inaccesible a su revelación por mi adolescencia montaraz y despreocupada?
No lo recordaba, pero por alguna buena razón estaba allí, esperando, como una obra de teatro redescubierta en legajos, ser interpretada de nuevo.
Era emocionante tener entre mis manos un testimonio del pasado, directamente de los tiempos en los que la tortilla de patatas sabía a tortilla.
Qué tiempo precioso había perdido probando la tortilla en las casas de los familiares políticos más variopintos, más ufanos y fatuos, que me decían "nunca has probado una tortilla igual".
Y salía siempre decepcionado, pues, o chorreaban huevo, destilaban aceite o las patatas estaban tan acartonadas o blandurrias como las dejan los que no saben que esto de la cocina va de tiempos, de temperaturas, de proporciones, como en la Alquimia, más que de volcar ingredientes al fuego.
Al fin, entonces, creía yo que había encontrado la receta de la Tortilla de Patatas a la antigua, como debe ser.
Y aquí dejo la receta tal y como me la encontré, y como tal, al pie de la letra la hice:
Anti Tortilla
Ingredientes
- 3 patatas medianas
- 5 huevos
- 1 cebolla
- Aceite de oliva (equivalente al volumen de 2 dedos en la sartén)
- Sal y pimienta
Instrucciones
Corta las patatas y la cebolla en pequeños trozos, vierte todo en una sartén con el aceite de oliva templado.
Después de añadir las patatas y la cebolla, mantener temperatura de la placa a fuego medio.
Tapamos la sartén y dejamos entre 4 y 5 minutos de cocción, destapamos, revolvemos y volvemos a tapar, esperamos 4 ó 5 minutos para destapar y otra vez revolver, repetiremos este ciclo hasta que las patatas estén tiernas.
Cocidas las patatas y la cebolla, las pasamos a un colador y dejamos escurrir el aceite.
Mientras batimos los huevos, salpimentamos y agregamos las patatas escurridas.
Mezclamos.
Ponemos la sartén al fuego, si como en mi caso aún está mojada de aceite, no necesitarás poner más aceite, vierte la mezcla de patatas-huevo y cuaja a fuego medio durante 6 minutos de un lado, da vuelta la tortilla con una tapa o un plato y del otro lado, dejar cuajar 4 minutos. Si te gusta más desastre puedes variar los tiempos.
La antitortilla redescubierta en un domicilio de Tetuán |
Lejos quedan aquellos restos de las antitortillas que comí en un restaurante portugués de Hamburgo que decía ser español como si el atributo del frasco bastara para definir el perfume.
Lejos de aquellas en el bar Barcelona de Helsinki, con sus bonitas tapas de antitortilla tan cubista que si te dicen que son croquetas te lo crees.
Esta es la verdadera antitortilla, que no es una deconstrucción de la misma, sino un prodigio de la Alquimia en el que con los mismos ingredientes no sabe a tortilla, ni a Bauernfrühstuck su alter ego alemán, pero es que tampoco a un revuelto de patatas con huevo o a huevos revueltos con patatas, y eso la convierte en una receta nueva que merece la convocatoria inmediata de un concurso interbarrios en Madrid y una declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad al que la presidenta Ayuso debe aspirar antes de que los Juegos Pandémicos se celebren en Madrid y los chinos nos quiten la receta.
Por mi parte, guardaré esta receta primigenia de la anti tortilla como oro en paño para usarla en pandemias varias, actuales y por venir, con un vasito de vino de los caros frente al Skype para sugerir envidias en mis cada vez menos amigos (por eso de la distancia).
Y para no añorar demasiado la atmósfera de los bares, que son las verdaderas bibliotecas madrileñas, os dejo un enlace con música ambiente de bar, para que la pongáis en vuestras cocinas durante esta pandemia.
RUIDO DE BAR