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Árbol de Wanaka, Nueva Zelanda. Fuente: Windows |
Un sentimiento parecido me ha recorrido el cuerpo ayer tarde visitando el Ikea de Alcorcón.
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Propaganda engañosa |
En octubre de 2012 escribí un artículo en este mismo blog
loando las bondades de la empresa sueca de muebles Ikea de Alcobendas frente al cutrerío de la
francesa Conforama del mismo lugar. Tuvo bastante éxito y
levantó ampollas entre algunos defensores de esta última.
Ikea ha sido para mí durante años el paradigma de empresa
ideal por su calidad de atención al cliente y su completa experiencia de venta,
con su zona de restauración y tienda de comestibles, que me han llevado durante
años a ir, simplemente, a comer o a tomar un café gratis con el Ikea Family
desde Madrid.
¿Gastar mi tiempo y dinero en gasolina para ir de Madrid a
Alcobendas para tomar un aguachirri? Pues sí, cotilleabas un poco por allí sus novedades y volvías a casa al cierre, como un ocio más de la ciudad.
Pero por circunstancias -tengo la piscina cerca- últimamente voy a comprar y comer al Ikea de Alcorcón. Mi experiencia empieza con la gente que allí acude: manifiestamente fea, manifiestamente desaseada y ostensiblemente corta y cutre, como si te hubieras trasladado de país 3.000 km. al este ó 1500 al sur … Evidentemente son apenas 40 km. de norte a sur, indicándonos cuán diferente es la gente y el poder adquisitivo y cultural en ambos centros comerciales.
Y el este de Europa ya no es tan cutre como hace 20 años y a 1500 km al sur la edad oscura se mantiene ... no lo tengan tan en cuenta.
Además, los empleados de Ikea de ese centro comercial me están
recordando constantemente que no estoy en Alcobendas por su
comportamiento: maleducados, despistados, inútiles, …
Ayer acudimos a la oferta del Ikea Family de los viernes para
celebrar unos buenos resultados en los exámenes de sueco de la Escuela Oficial
de Idiomas: “vamos a celebrarlo”, nos dijimos. Y nos quedamos con un rictus
entre asco y desilusión.
Pedimos la oferta del 50% y un plato de albóndigas sin
gluten. La pequeña empleada rubia de más allá del Telón de Acero fustigaba a
los feos, humildes y deformes clientes que pedían cosas baratas de la manera
más dócil y ordenada, pero ella insistía en su comportamiento de carcelera
comunista de la época de Ceaucescu. A nosotros nos trató también rudamente, con
la propia convicción de que sabía de su trabajo y nos dijo que esperáramos, para
darnos albóndigas con puré de patatas y sin guisantes ni mermelada ni nada.
Esperamos 5 minutos y luego fuimos a pagar, diciéndonos que nos cobraran en la caja y que luego volviéramos a recogerlas. Al cabo de un cuarto de hora todavía no estaban las albóndigas de los cojones, y tuve que pedirlas de nuevo.
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La siniestra cárcel de Jilava |
No, no me
abrieron la bandeja y pusieron el contenido en el plato, no, no me dieron
guisantitos ni mermelada rica de arándanos rojos para acompañar, sólo ese paquete de
mierda (realmente del color de las boñigas de un galgo estreñido).
La situación no se tornó jocosa, sino trágica, pues he visto mejores presentaciones de platos en asilos de ancianos de la beneficencia. Como si por encapsular el alimento para evitar la contaminación cruzada por gluten fuera suficiente para contentar al cliente celíaco y a su familia (yo).
Un caerse el alma a los pies y el sentimiento de
patetismo y desprecio criminal, junto con la congoja de la exclusión, recorrió
nuestras meninges como un molesto hormigueo.
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Las mierdosas albóndigas sin gluten del Ikea |
Pero la cuestión va más allá, y es la de la estigmatización del cliente celíaco con una presentación de mierda.
Aparte de eso, nos cobraron las albóndigas dos veces y las
dos manzanas una sola, pues el otro caribeño de la caja estaba realmente a por uvas.
Así que otro ratito de espera para desfacer el entuerto.
Cuando llegué con las albóndigas de mico a la mesa, mi colega de habitáculo conyugal se quedó desconsolada … Tampoco pudimos abrir fácilmente el cofre y tuve que asetearlo con un tenedor y un cuchillo (afortunadamente poseo entrenamiento autodidacto de boina verde). El compartimento de esa cosa llamada “puré de patata” parecía el catafalco de unas gachas rescatadas del pecio del Wasa, y no me atreví a que el oxígeno del medio ambiente empeorara las cosas.
El todo jode las partes
El servicio general deja mucho que desear, y el culpable es
su gerente. Nuestra mesa estaba sucia, no encontrábamos servilletas, apenas
había leche para el café, más que en un dispensador, y gracias a otro cliente lo
encontramos. Y en esas, otro torpe empleado tiró unos platos por accidente y
los rompió.
La dirección de Ikea España debería tomar nota de esta y
otras quejas para mejorar un centro que daña seriamente la reputación de esa
empresa y de toda Suecia, el saber hacer que inspira y sobre el que se apoya todo ese
tinglado comercial, cuyo país parece que se está deteriorando tanto como la
gestión del gigante sueco del mueble.
El Ikea de Alcorcón se lo vamos a dejar a nuestros congéneres y no congéneres de la zona, porque veo que la empresa se mimetiza con el lugar.
Ya de por sí es jodido llegar a ese centro comercial, con
sus sinuosas carreteras, hechas para entretener y gastar gasolina, despistar y
putear un poco. La experiencia de compra ya no es la misma. Chicos de Ikea,
cerrad el centro o mejorad el servicio, es un gusano que se está comiendo la
reputación de vuestra marca.
Por cierto, el Leksands Knäckebröd que vendéis es malo de cojones: insípido y quemado la mayoría de las veces. Lo tengo colgado de decoración en la cocina porque no vale ni para untar mantequilla.
Enlaces
Destruyen el árbol más icónico de Nueva Zelanda (con una motosierra)
Ikea versus Conforama dos estilos, un solo paradigma