La huelga general del 29 me tocó hace unos minutos en San Bernardo. Iba escaso de gasolina. Había intentado repostar hacía unas tres horas, pero se veían largas colas en las gasolineras, previendo la huelga de suministro. Después, la Policía me desvió por una calle lateral, no sabía si iba a llegar a casa con tan poca gasolina.
En un semáforo, la marabunta roja de CCOO, esos que viven del cuento y que se les acaba ahora, atacaron un taxi con pegatinas, anulando la visibilidad del taxista con pegajosos panfletos irremovibles. Se ve que les molestaba que el hombre trabajara.
A nosotros, una joven feminista de aspecto lesbiánico, por el mensaje de su camiseta, nos estampó violentamente una pegatina en todo el parabrisas, y luego, otras dos deformes izquierdosas comisionistas hicieron lo mismo en el capó, y otra en un lateral.
Mañana no haré la huelga, aunque tenía mis dudas. Ahora no me queda ninguna: no me identifico con gente violenta y con tan poca educación política. Deseo que los jetas y vividores representantes sindicales de UGT y CCOO pierdan sus privilegios, porque no han hecho nada más que pacer del pesebre durante al menos los últimos ocho años.
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