domingo, 6 de diciembre de 2015

Los cazadores recolectores de la Dehesa de la Villa

Dehesa de la Villa, nov. 2015
Dehesa de la Villa
15 de noviembre de 2015

La Dehesa de la Villa es un parque periurbano de un gran valor paisajístico e histórico. No tiene la belleza del Parque del Oeste o de El Capricho, pero es uno de mis 3 parques favoritos de Madrid.

En él he podido recorrer sus colinas en bici de montaña, correr en su circuito, hacer observaciones de aves, jugar con la pelota, ver insectos y plantas, … También he recolectado algunas almendras e higos chumbos, he plantado pinos en sentido lato y hasta paseado de la mano con queridos bípedos implumes.

Es para mí, el parque total, y tal vez si no fuera por los dueños de perros -que los dejan sueltos, te incordian por todas partes y lo siembran todo de excrementos- me animaría a hacer picnics y hasta echarme la siesta esperando que me despertase el sonido quebrado del caer de una piña.

Dehesa de la Villa, abril 2014
Es también un parque olvidado en mi blog, quizá por la cercanía, o que no lo veo nada excepcional; quizá por la prudencia, para que no acabe llenándose de adolescentes de todas las corralas haciendo botellón, familias españolas celebrando cumpleaños infantiles con colgajos y familias suramericanas haciendo romerías de papeo. Porque actualmente esto es así.

Los valores paisajísticos son los de unas suaves colinas pobladas de pinos piñoneros, entre Madrid y la Ciudad Universitaria, a escasos minutos de vuelo de urraca de la Casa de Campo y hasta del mismo El Pardo.

Si a lo lejos se ven la M-30 y las montañas que nos separan de la Meseta Norte, a lo cerca están el Faro de Moncloa, el Museo de América y hasta el chorro de la Casa de Campo cuando toca.

Podemos encontrar jara pringosa, almendros y chumberas, algunos eucaliptos y también algunos pies de olmo (Ulmus minor y pumila) y numerosos arbustos de jardinería.

Antenas, 2014
Es realmente un monte mediterráneo ajardinado. En él se ha visto la necesidad de plantar algunas encinas, cuyos vestigios naturales apenas son visibles, y se ha hecho cerca de la cúspide del parque, junto a las antenas de telefonía. Existe un centro de interpretación de la Naturaleza dando hacia la calle Francos Rodríguez, y la historia de este lugar pasa por ser una línea del frente de guerra durante nuestro entrañable conflicto civil.

Como no quiero extenderme más en los prolegómenos, porque lo importante es visitarlo y cuidarlo, dejaré un texto y las últimas fotos de un día soleado de noviembre. Las imágenes, que casi evocan más.


Recogiendo higos chumbos

Chumberas en Dehesa de la Villa, nov. 2015
Los chumbos que vemos en las modestas fruterías del barrio son verdes como ranas, pero éstos, a la solana más hermosa e inmisericorde, son morados como la túnica del Nazareno.

Espléndidos, jugosos, con tonos brillantes de remolacha cortada cuando están caídos, mostrando sus feridas a los paladares más hambrientos. Me acerqué a un viejecillo casi ajado a pedirle una bolsa para los chumbos.

Una que tenía sobre el banco no me la quiso dar porque era para su comida.

La basura y las bolsas, abundantes en ocasiones, no se prodigaban precisamente ese mediodía. No sé qué tienen que ver el viento, las norma de los súper de cobrártelas o el civismo de los madrileños y asimilados.

Resuelto como estaba a llevarme esos preciosos tesoros al hogar, me encaminé hacia la base de las telecomunicaciones del barrio: antenas todas de microondas, donde dos efebos cincuentones se torraban cuasi en pelotas.

Opuntia ficus-indica en la Dehesa de Villa
A mi pregunta extraña de si les sobraba una bolsa, el que parecía más invertido me dijo que sí, que tenía una justo para cuando yo viniera, pero como uno de mis adjetivos es el de “El Impávido”, entablé contacto con el otro, más sensible a la amabilidad. 

El intercambio de verbos se encauzó y el hostil antes, sacó una bonita y simple bolsa blanca que me extendió amablemente, no sin antes advertirme que no me chupara los dedos, si no quería llenarme la boca de espinillas.

No me pregunté entonces si la tenía para guardar sus calzoncillos sucios, pero gracias a esa bolsa cumpliría mi deseo.

Coger unos higos chumbos sin guantes de jardinero es complicado. Así que con una suerte de pinzas con dos palos nos hicimos un instrumental de precisión: 5 de cada 10 higos se perdían entre el mar de gruesos pinchos. Rotarlos sobre su eje con mucho tiento es todo un arte oriental.

Los pequeños pinchos de los chumbos son casi invisibles y muy dolorosos. No intentes quitarlos con los dientes o lo lamentarás. Las pinzas tampoco son de mucha ayuda, pero es lo más recomendable.

Higos chumbos morados
Ya en casa, para cortarlos hay que usar cuchillo y tenedor sobre un plato y pasar los higos pelados cuidadosamente a otro plato, evitando los molestísimos pinchos. Finalmente los comimos, deliciosos, pero tan llenos de semillas como perdigones que uno ya sabe qué responder cuando ve que no se comercializan.

Un bonito día al sol madrileño de noviembre.





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