La inversión en ciencia en España (I+D+i) ha pasado, en cifras globales, de 4.175 millones de euros en subvenciones en
2009 a 2.860 millones en 2012.
Parece que la lapidaria frase de Unamuno "Que inventen ellos" cobra actualidad. También él mismo, como representante de la generación del 98, vuelve a ser un referente del pensamiento sobre los hechos que estamos padeciendo hoy en día en torno a esta profunda crisis, que es también intelectual y científica en España.
Frontal de coche de fórmula uno español HRT, con la leyenda en inglés y la bandera mal dibujada. Todo debe empezar por aceptar la realidad y no cobijarse bajo el tejado del estilo de otros. |
La reducción de los medios económicos destinados a la investigación supone que miles de posibles investigadores no se formarán en los próximos años y muchos de los que están formándose e investigando lo harán de manera limitada; y a otros esa incertidumbre sobre su propio futuro laboral los llevará a la inquietud y a la angustia de vivir en un ambiente que desdeña lo científico.
La actitud hacia lo científico en los representantes políticos españoles es la de promover la Ciencia porque "es necesario invertir en ciencia" o "para no quedar retrasado con respecto a los países de nuestro entorno". Pero ambas frases carecen de la profundidad de pensamiento necesaria, porque quienes las dicen son incapaces de valorar lo que la inversión en Ciencia supone: hacer las cosas por sí mismos, mayor independencia científica, más patentes, más ingresos, más competitividad, ... y mejor aún: si de la Ciencia participamos todos, pertenecer a una sociedad científica, que se pregunte porqué se propaga un fuego y no exigir puerilmente una llegada de los bomberos.
En los tiempos que corren, esa irresponsabilidad pueril del "que inventen ellos" o "que resuelvan ellos" la podemos aplicar al "pago de la deuda", contraída por nosotros y que los políticos se afanan porque nos presten el dinero necesario para pagarla. Pero, ¿pensaremos luego también "que paguen ellos"?
Los políticos son el reflejo de las sociedades que los sostienen, y esta sociedad no exige nada a sus políticos. De hecho, la mayoría no tienen más formación científica que el Código Civil.
Cuando ha habido crisis en España, al menos desde 1975 para acá, se han pretendido solucionar vendiendo la vaca para comprar leche, en un ejercicio de irresponsabilidad, estulticia e imbecilidad impropia de un país rodeado de feroces competidores económicos y científicos.
Para muestra, pensemos en la venta de Santa Bárbara y Pegaso, o en la desaparición de marcas como Ossa, Bultaco, Montesa y otras. La "reconversión" ha hecho que en España ya no se construyan grandes buques petroleros como antes porque "la idea de supertanque está obsoleta", mientras Corea sigue con los suyos. Tampoco se pensó en construir supercontenedores. Y la industria no es más que la aplicación de principios científicos con criterio económico.
En la idea de la destrucción industrial de España subyace la intención y, posiblemente, la voluntad de la regionalización de España, convirtiendo un país independiente y diversificado en sus fuentes económicas en una zona especializada -idealmente- o marginada -en la práctica, que quedaría prisionera de su desinversión industrial y científica, a merced de los grandes centros de poder, que desearían una cantera de mano de obra cualificada y barata mientras se nos imponen los productos inventados y patentados por ellos.
Hoy en día, Nadal gana siempre Roland Garros, un torneo ideado por franceses, los ciclistas españoles hacen lo propio con el Tour de Francia, y Alonso queda primero con un coche italiano en un campeonato británico donde la única tecnología española participante queda siempre en último lugar: HRT, en una sonrojante muestra de dónde se encuentran nuestros recursos humanos y nuestros recursos industriales.
Hoy hay que decir alto y claro que si queremos hacer las cosas por nosotros mismos debemos invertir en Ciencia y reindustrializar el país, en contra de las ideas memas de "estado del bienestar" sustentado por las subvenciones, la hostelería y los empleos de empresas extranjeras que abandonarán la inversión en el país cuando les salga de los cojones.
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