jueves, 15 de noviembre de 2012

Una jornada de huelga

Madrid, 14N. Casi no había nadie
El 14 N en Sol: la crispación controlada

Me acerqué hasta el centro a tomar una cerveza como a las 21:30. El olor acre y ligeramente dulzón a plástico quemado que flotaba en el aire no invitaba a curiosear.

Había mucha Policía en la comisaria de la calle Montera, pertrechados ridículamente con material antidisturbios y atrincherados con vallas, lo que intimidaba e inutilizaba las instalaciones para que el púbico quisiera denunciar algo. La gente paseaba a escasos metros, algunos con banderas de sindicatos.
Sólo están para ayudarnos.

En una de las calles aledañas ardían unos contenedores de papel, sin que los mocitos de los escudos se dignaran a apagarlos. Estaban muy ocupados en defenderse de unas agresiones que sólo existían en sus mentes.

Había un indigente que cruzaba cajas de cartón en la calle, a modo de barricada para los coches. Los contenedores de basura volcados sólo los sorteaban los taxis, indiferentes a la movida. En eso, escuché un estruendo, pero no me paré a mirar: ¡Bancos hijos de puta! ¡hay que joderlos! Un joven encapuchado acababa de golpear algo, tal vez un cajero automático. Sus compañeros callaban y no lo secundaron.

Joven se cae sola al metro.
Yo no había podido encontrar un cajero sano, entre los teclados pintados y las pantallas cubiertas de pegatinas, así que sólo tenía cinco euros en el bolsillo. Con eso me dio para recular hasta la calle Preciados y entrar en un bar, donde una bella rubia de arrabal vociferaba vulgarmente. Luego una vieja se me acercó a darme la brasa: que si estaba en la calle, que si me doblaba en edad y que seguro que mis padres seguían dándome la paga. Como le dije que no, insistió hasta ponerse pesada y le dije que me dejara tomarme mi cerveza. Apuré las lonchas de jamón y me marché.

Joven golpea con la
cabeza a la Policía catalana
Otra vez estaba en la vorágine. El Congreso acorazado con una triple valla, policías con fusiles con bocachas lanzapelotas, caballos, escudos, cascos, ... Otra vez a escasos 25 metros otro contenedor quemado seguía ardiendo y humeando. Un fotógrafo se afanaba en sacar una instantánea adecuada.

Me metí en el Café Galdós, un bar internacional, y los panolis de dentro sonreían ajenos al ajetreo de fuera. Me marché después de tomarme la caña, por la que me soplaron 2'50 euros. De las paredes colgaban tres pinturas de aficionado por las que pedían entre 450 y 775 euros, un verdadero despropósito.





Los periódicos nacionales
nos informan
Siempre nos dicen la verdad
Así que salí de allí con viento fresco, a pisar los restos de cáscaras de huevo y mondas de plátano diseminadas por las calle y a volver a ver policías con más miedo que vergüenza, en una actitud de este gobierno que demuestra su acojono y su falta de conocimiento de la situación, exhibiendo músculo como un matón de barrio, que tose antes de que le tosan.

La Casa de Correos mostraba el mismo aspecto fortificado, como si "el pueblo" fuera a asaltar la institución regional, donde se refugian los que cada día lucen corbatas y faldas planchadas mientras les rodea la miseria con su total indiferencia.









No hay comentarios:

Publicar un comentario