Crítica literaria
Bajo los rojos tejados rojos de la extensa biblioteca de este zenobio, hay anaqueles repletos de libros desiguales, lujosísimos los menos, viejos los más, en varias lenguas vivas y ninguna muerta, algunos pocos prohibidos o inencontrables y casi ninguno detestable, de los cuáles me resisto del todo a tirar por el hecho de ser pensamientos congelados en el espacio-tiempo.
Exceptuando dos opúsculos sobre momificación, un grueso tratado de Botánica y los recetarios de cocina de varias congregaciones, el resto ha cambiado de estante tantas veces ..., por aquello de acomodar los tamaños, y su espíritu fluye libre cada vez que ventilo las salas.
Abajo, en el sótano lóbrego de olores acres y persistentes, se encuentran los legajos manuscritos a tinta y carbón, las publicaciones periódicas subrayadas a la luz incandescente, de obsesiva y subyugante lectura, algunas con tenues manchas de cera roja, cuando las tormentas y los acreedores decidían descansar su látigo interruptor sobre los moradores de las partes más altas de esta biblioteca.
De cuando en cuando, después de reposado con viveza de la vorágine laboral, repaso los cantos de algunos libros olvidados adquiridos en los años pasados, habitualmente releídos y furtivamente estudiados en partes; aquellos que necesitan una segunda y tercera lecturas profundas, y completar unas pocas páginas aún ignotas.
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Madrid cutre, el cronicón de Madrid
Un escenario para el escarnio y la catarsis.
Cenobio para monjes solitarios, cenotafio para devotos de la noche.
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