viernes, 27 de marzo de 2015

Crítica a El Procedimiento: la Copa del Rey en TVE

El oficio de director de teatro es más creativo que el de crítico, porque el primero crea o recrea y el segundo opina desde fuera, pero esto no debe llevar a sacralizar el primero de estos oficios y denostar el segundo, porque el crítico no deja de ser el objeto para el que se realiza el teatro: el público.

Dentro del calendario de Madrid Activa, se representó el pasado 20 de marzo la obra “El procedimiento” dirigida por Luis Miguel González en el Centro Cultural Eduardo Úrculo, del distrito de Tetuán.

Con la publicidad a base de octavillas con la que se anunciaba “El procedimiento” sorprende el llenazo del teatro, porque ni siquiera aparecen el lugar y la fecha de la representación.

Un escenario muy parco
“El procedimiento” es una obra plana, monocorde, con un elenco descompensado, en el que un actor grita y el otro susurra, en el que el traje de corbata de uno parece más un atuendo de becario que de otra cosa y el del otro casi de carpintero tramoyista, no aportando visualmente una ayuda para identificar a los dos personajes como los directores de sus departamentos respectivos en TVE que son.

Y también es una obra oscura, en la que el fárrago de su entramado de problemática laboral lo emborrona todo para el espectador no avisado. Tal vez el conocimiento de las entrañas de TVE por parte del director le haya provocado un chaparrón de ideas.

Aún así, ni el director ni el guionista se atreven a entrar a fondo y con claridad en la cuestión política y de corrupción moral, dando por resultado una obra opaca, confusa y aburrida, que se hace larga en exceso y en la que ni siquiera los papeles de ambos actores quedan claros.

El principal error es haber elegido un tema tan específico y polémico, de alta política, que se niegan a abordar en su aspecto más interesante, entrando más a fondo en la trama independentista y de discusión de la monarquía parlamentaria, por ejemplo; y se queda en una boutade, en una mueca a medias con exabruptos para llamar la atención, como una broma homosexual de dudosa pertinencia y un par de accesos violentos que no convencen a nadie.

El procedimiento, de González Cruz
Como espectador no puedo negar el posible interés del tema, polémico también en esta próxima Copa del Rey de 2015, pero me permito sugerir al viento el acortamiento de la obra, su mejora en el vestuario y el mobiliario, la simplificación de los diálogos y el uso de frases más cortas.

La intervención de Chema Ruiz es de un gris muy poco convincente, y la de Daniel Martos la eclipsa por barroca y sobreactuada, si bien despliega un notable esfuerzo memorístico y de dicción que pienso que es lo único rescatable de toda la representación.

En la platea, algunas voces revolucionarias se enardecieron con la menor oportunidad de criticar al Jefe del Estado, otras abandonaron discretamente la sala y algunos hacíamos esfuerzos sobrehumanos para no quedarnos traspuestos.

Felicidades, al menos, a quien supo llenar la sala –a rebosar- y al público ávido de teatro, que merece algo de más calidad y más interesante para que le queden ganas de seguir acudiendo a esta magnífica instalación.


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