Guadalajara es una tierra de Castilla que no es La Mancha, tan olvidada que a duras penas podemos citar su miel de La Alcarria y el Doncel de Sigüenza como sus referentes, pero que posee entre sus montes norteños toda la fuerza de la Iberia más salvaje y agreste, llena de sorpresas botánicas en sus pliegues, de pueblos que han resistido increíblemente al desarrollismo y a la planificación, a las puertas mismas de su destrucción.
Ruta desde el pantano de El Vado a La Vereda
Ruta desde el pantano de El Vado a La Vereda
Pueblo negro de La Vereda en octubre de 2016 |
Inicio mis excursiones de otoño con la vista puesta en las lluvias, y en salir con algún grupo de compañeros seteros expertos con los que compartir unos hongos suculentos a los vahos de un buen puchero.
Mientras tanto, me conformo con las excursiones multitudinarias de los grupos de Facebook, una excelente manera de conocer sitios sin gastar tiempo y poder contrastar los conocimientos que sobre lo natural tienen los madrileños urbanitas.
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Presa de El Vado |
No seguimos la pista hasta el pueblo, sino que serpenteamos por un sendero estrecho más abajo y más cerca del pantano, a media ladera y dejando muy abajo el río encajonado y embalsado, con muy poco nivel de agua en estas fechas.
Buitres leonados en cantiles del río Jarama |
La escasez de aves es notoria, tal vez por ir un grupo de casi 50 personas, pero sí que hay una interesante variedad vegetal relicta bajo el dosel omnipresente de pinos repoblados, que posiblemente sean pinaster y sylvestris.
El Jarama próximo a la presa de El Vado |
En las cercanías de La Vereda, a unos 15 minutos de llegar, se encuentra una gigantesca encina del tamaño de un roble albar muy grande. Le calculo más de 400 años y creo que es más añosa que la encina de Boadilla del Monte (M) cercana al observatorio de aves.
La Vereda es un pueblo con 4 habitantes, según el censo de 2009. Después de la creación del embalse, asumió las funciones administrativas de El Vado, pero la falta de infraestructuras y comunicaciones lo llevó al abandono en los años 70.
Es uno de esos pueblos de arquitectura negra que se mimetizan con el paisaje y el mejor conservado que conozco. Actualmente lo gestiona una asociación que lo está recuperando, manteniendo toda su esencia tradicional, en la que no caben ni la electricidad ni el agua corriente.
Tiene dos barrios, una iglesia y un mirador colgando sobre un despeñadero, donde reponer fuerzas con un bocadillo tierno de embutido y un buen chorro de vino tinto en bota.
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De vuelta todo fue más fácil por el camino, el premio había sido contemplar un pueblo como los que vieron los bisabuelos de muchos de nosotros y como lo vivieron los padres de algunos de los restauradores y moradores eventuales de esta joya de la arquitectura y la cultura españolas. Un ejemplo de tesón y de amor a nuestros antepasados.
Un viento fresco aliviaba nuestros sudores en estos octubres calurosos que estamos disfrutando y padeciendo últimamente. A nuestra izquierda de nuevo el Jarama encajonado y domesticado, de fondo la enorme mole del monte Ocejón, y a su sombra, el esqueleto de la iglesia de Nuestra Señora de la Blanca, único testigo de la destrucción a la que someten el medio humano y natural las infraestructuras de abastecimiento de las grandes aglomeraciones humanas como Madrid.
Más información: La Vereda y la Sierra de Ayllón
Fotos: El Zenobita
Un viento fresco aliviaba nuestros sudores en estos octubres calurosos que estamos disfrutando y padeciendo últimamente. A nuestra izquierda de nuevo el Jarama encajonado y domesticado, de fondo la enorme mole del monte Ocejón, y a su sombra, el esqueleto de la iglesia de Nuestra Señora de la Blanca, único testigo de la destrucción a la que someten el medio humano y natural las infraestructuras de abastecimiento de las grandes aglomeraciones humanas como Madrid.
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Restos de la iglesia de El Vado Nuestra Señora de la Blanca |
Más información: La Vereda y la Sierra de Ayllón
Fotos: El Zenobita
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