martes, 15 de mayo de 2018

Christine Rendina: fotografía del tiempo pasado


Como Byron, Christine Rendina se desplazó desde Londres a la ancestral Grecia para inspirarse con sus colores dorados y azules, luces blancas cegadoras del sol inmisericorde del Mediterráneo más antiguo, mitológico y vital. Variaciones sobre el mito, luces reinterpretadas, fotografía antigua, la más cercana a la Antigüedad.


Christine Rendina en Arte y Paladar
Foto: archivo de la autora
La intencionalidad del arte

La fotografía, por concepto, es un arte deficiente: uno aprieta un botón y aparece una realidad captada por una máquina hecha por otros.

No es la pintura o la escultura, en la que hasta los más bisoños han de mojar un pincel o sus dedos y realizar trazos, o modelando, creando activamente; porque la pintura o la escultura nunca son pasivas ni accidentales.

¿Cuántas veces hemos apretado sin querer el botón de nuestro móvil y hemos hecho una foto sin darnos cuenta? A veces, incluso, nos gusta el resultado, porque el sentimiento es también interpretación de la realidad o de lo que vemos capturado por un artilugio.

Christine Rendina
Pero ¿por qué no hay arte en la contemplación de una ‘bella’ puesta de sol y sí en la fotografía de esa misma puesta de sol? La antinomia es falaz, porque para que haya arte debe haber manipulación, si no, todos los turistas serían artistas y el arte quedaría automáticamente degradado por exceso de oferta.

El deleite contemplativo no es arte, es pensamiento o simplemente sensación; y la fotografía no manipulada no es arte, a lo sumo un deleite plasmado o una crónica periodística visual. El arte, para ser considerado como tal, necesita de la manipulación humana, intencional, para conseguir un efecto en el artista y en los demás.

El que hace un botijo a mano es un artesano, pero no necesariamente es un artista, pues debe mediar intencionalidad artística, alejada de la producción industrial en masa, porque si no, sería un artefacto o un souvenir.

Un botijo no es un sujeto de arte a priori, pero puede convertirse en uno, como cada objeto que salga de las manos de un hombre.




Christine Rendina
Christine Rendina como artista
visual y artesana de la fotografía 

En fotografía hay generadores de artefactos, hay artesanos de la foto y hay artistas. Christine Rendina es todo ello. 

Primariamente genera el artefacto con su cámara, a veces sin mediar intencionalidad artística. Luego se convierte en una artesana de la fotografía revelando, imprimando, positivando, … y a la vez crea intencionalmente arte a través de la manipulación cromática del proceso de positivado, buscando un resultado estético y emocional que después enmarca y cuelga de una pared, acabando con una venta emocional o especuladora.

Rendina realiza la compra de materiales fotográficos, los transforma y los vende convertidos en otro producto, generando el círculo de producción artística completo a través de la admiración y la delectación que hace que alguien compre, retomando la delectación de la artista que captó el suceso, pero filtrada y manipulada con su sensibilidad que comparte con todos nosotros.

Christine Rendina,
Huellas de la mitología griega
Sus fotografías parecen antiguas, porque el procedimiento es antiguo, pero al retratar estatuas griegas de hieratismo discutible, el procedimiento fotográfico las paraliza aún más, conservando las formas pero congelando el tiempo en una cápsula del pretérito más remoto.

El resultado es una expresión artística clavada sobre una pared que rota viva alrededor de la obra enmarcada fija, como una burbuja de oxígeno antártico en una barra de hielo fósil. Y va creando una sensación de pasado tan rotunda que resulta insolente.




El cromatismo en dos colores cada vez

Modelo, serie London
Christine Rendina
Los blancos, rojos, dorados y azules son colores de Grecia, de la de ayer y de la de hoy: la cal de sus paredes y sus mármoles, la sangre de sus hoplitas y el vino derramado, el sol del mediodía y el bronce refulgente de los escudos, el cielo inmenso sin nubes … porque los dioses las apartan con las manos para que la luz vivifique y abrase la tierra a partes iguales. La luz que después entra por el objetivo de un artefacto impresionable para perpetuar una sensación secularmente y transformarla en un sentimiento imperecedero.

Los reflejos de luz de color en esta enigmática fotografía monocromática de una modelo dan una nueva dimensión al retrato, que transciende a la obra y la hace única e irrepetible a partir del espacio en el que se expone. Sí que hay arte en ello, porque no fue circunstancial, sino intencional, pero es tan fugaz y parasitario que no puede cobrarse por ello y transforma visualmente, sin modificar, la obra del verdadero artista, que es la que permanece.








Modelo, Londres




Dónde

Arte y Paladar
Christine Rendina
General Pardiñas, 62. Madrid
Del 4 de mayo al 12 de junio
















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