Entorno del antiguo Casino de Madrid en 2024 |
El cutrerío es una seña de identidad de Madrid.
Desde sus dulces típicos, como los humildes y detestables caramelos de violeta, los churros grasientos con chocolate, su emblemático y nada original bocata de calamares o la repugnante fritanga llamada “gallinejas” no se ha hecho mucho para elevar el nivel gastronómico del Madrid más típico.
De
las prestadas y cacareadas cutre-tapas hablaremos otro día.
Lo mismo ha ocurrido con la arquitectura: después de
eliminar la mayor parte de los palacetes del Paseo de la Castellana en los años
40, la especulación inmobiliaria, la inmigración interior masiva, la falta de
planificación eficiente y la precariedad económica, sembraron la ciudad de
chabolas en todos los extrarradios en los años 60 del siglo XX, que duraron
hasta la época de Ruiz Gallardón, primero como presidente de la Comunidad de Madrid
(1995-2003) y luego como alcalde (2003-2011).
La Pagoda, Fundación Fisac |
Si crees que esto ha acabado hoy en día, fíjate en el jardín del Palacio
de Anglona, que por abandonados tiene sus parterres y estructuras, y hasta sus
carteles informativos, desde hace años llenos de pintadas. O los macroedificios
del paseo de la Dirección, erigidos para empinar a los potentados sobre las
casas humildes de los alrededores, al más puro estilo cutre-chino, y sin una
previsión de uso de las infraestructuras circundantes, como ha reconocido la
propia junta de Distrito de Tetuán, feudo de poder absoluto del Partido Popular.
Esto se aplica también a los históricos y recientes
mercadillos de Navidad.
Mercadillo de Navidad. Imagen de la película «La gran familia» (1962) |
«La Gran familia» (1962) es un referente cinematográfico de
caspa lacrimógena que retrata la depresión endógena en la que se hallaba sumida
una ciudad, sólo pujante en su vertiente administrativa, viaria y de grandes almacenes,
pero deficiente en ingenio, estilo y ganas de hacer las cosas bien.
Si la historieta «Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio»,
caricaturizaba una ciudad como Barcelona, sumida en el mal hacer de
profesionales bastos, buscavidas y escasamente cualificados, en Madrid no se
contaba ni con eso.
En una de las escenas de la película antedicha se pierde un
niño en el mercadillo navideño de la plaza mayor de Madrid, repleto de casetas
improvisadas, al estilo de los toldos del Rastro, en el que se venden casi
exclusivamente figuritas para belenes, árboles de navidad en un lateral y hasta
hay alguna caseta para bolas de decoración para el árbol.
El suelo aparece lleno de ramas de pinos, barro y suciedad,
un no muy buen ejemplo de la fiesta religiosa que pretende celebrar, ni rastro
de imitación a lo impoluto de las iglesias.
Los comistrajos y el olor a fritanga eran dominantes en una
ciudad que empezaba a funcionar, después de décadas de conflictividad y letargo,
pero que sigue sin aportar nada hoy en día que no sea copiar lo ajeno. Ahora
huele a kebab y a empanadas argentinas ...
Y vamos, por fin, al tema.
Mercadillo calle Ortega y Gasset, 2024 |
No hay tiendas de bolas u otros adornos navideños artesanos,
y tampoco tiendas de petardos, prohibido su uso en la muy prohibicionista
Comunidad de Madrid: ni petardos, ni barbacoas en el campo o las terrazas, y ni
siquiera el baño en las corrientes fluviales, todo una tajo a la alegría.
No existen puestos de comidas y bebidas callejeras de Navidad,
porque no existe tal tradición. No hay ponche, no hay vino caliente, no hay un
sólo puesto de tapas … ni de salchichas … Sólo a veces frutas secas y pasteles
árabes, nada que ver con Belén o la Navidad y sí con los comerciantes árabes y
magrebíes inmigrados en tiempos recientes.
Es sorprendente la falta de imaginación de los comerciantes
y responsables municipales para que un mercadillo navideño parezca precisamente
eso.
Mercado La Navideña 2024, Plaza de España |
Otros, como el de la Plaza de Colón, abusan de la oferta de venta
de regalos y apenas ofrecen vino caliente en un puesto. Debería tomar ejemplo
del muy próximo, sencillo y efectivo de la cercana Iglesia Protestante Alemana,
o también del mercadillo de la Iglesia Anglicana de Saint George, muy sencillos
y verdaderamente navideños.
Bazar benéfico escandinavo 2024 |
De las iglesias católicas de Madrid no hablaré, pues he
dejado de ir a sus mercadillos para no deprimirme. Desde hace tiempo ni las
homilías ni las actividades de las iglesias son mínimamente motivadoras ni para
los más acérrimos practicantes, cuando no inexistentes.
Mercadillo plaza del Reina Sofía, 2024 |
Hay otros muchos, marginales y casi insignificantes mercadillos, que he visitado este invierno en Madrid y provincia, pero el peor que he visto es el instalado en la plaza del Museo Reina Sofía: una triste caseta abierta y el resto cerradas … con la pintura ajada del año anterior y la toma de electricidad como en una feria de pueblo de 3ª categoría. Y es que cuando no hay ganas de hacer las cosas, mejor no hacerlas, quedas fatal.
El animoso pueblo de Pozuelo de Alarcón pasea por su experimento de mercadillo de Navidad, 2024 |
Sólo un apunte: las visitas que algunos concejales realizan
por turismo en Navidad a otras ciudades europeas, con sus nutridos sueldos, tal
vez les animen a tomar notas y replicarlos aquí. A falta de imaginación …
buenas son copias.
La esperanza es que las personas que se han acercado, cada vez en más número, a los mercadillos de las iglesias alemana y británica, y al bazar benéfico escandinavo, todos en Madrid, exijan encontrarse algo parecido en los mercadillos municipales y de las empresas que los montan, y se les dé el toque local que necesitan para contribuir a hacer más atractivo el ocio en Madrid y la ciudad misma. Recuperar tradiciones y mejorar viendo cómo lo hacen los demás es un ejercicio de inteligencia y humildad.
Enlaces
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