sábado, 22 de enero de 2022

Crítica a Blutsauger: Eine marxistische vampirkomödie


Octavia y Jakob

Película de 2021 del director franco-alemán Julian Radlmeier, nacido en 1984 en Núremberg: la ciudad de Durero, del famoso mercado navideño y lugar de las Dietas imperiales, del rodaje de El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl y del juicio a los jerarcas nacional-socialistas (1946).

Calificada por los cines y la crítica menos 'especializada' y menos enterada como comedia de horror o vampírica, sin atender más que al título, se trata en realidad de una sátira política y una comedia seria profundamente alemana, con capas pintorescas para enmarcar un verdadero mensaje sobre la inquietud política y social de un director que no conoció el Telón de Acero (tenía 5 años cuando cayó) pero que sí ha sufrido las consecuencias de la caída del Muro de Berlín, de la unificación alemana, de la globalización forzosa y de la propaganda machacona antinazi de los gobiernos alemanes que ha creado un sentimiento de culpabilidad general y un lavado de cerebro entre los alemanes desde la posguerra,

BlutsaugerEine marxistische vampirkomödie es el título original en alemán de lo que se ha traducido en inglés y español como: “Chupasangres, una comedia marxista de vampiros”, pero que bien podría haberse llamado 'Sanguijuelas, una tragicomedia de la élite vampírica y sus incautas y zafias víctimas'.

El dirigista, educativo y subvencionado cine alemán actual es un ejercicio aburrido y peligroso para el arte, y Blutsauger representa una vaharada de aire mentolado que se sacude de la pobreza cinematográfica que se ha generalizado en Alemania desde que los expresionistas y la UFA hacían cine ... y propaganda, todo hay que decirlo.


Blutsauger
La película

La historia comienza surrealista con un hombre con frac y chistera en una playa de la ventosa y hermosa costa del Mar Báltico (Ostsee), en  una región del ámbito alemán de 1928 que podría estar en cualquier lugar entre Kiel y Königsberg.

La imagen de una joven rica y neoburguesa (Octavia) y su ridículo sirviente con un quitasol es una de las escenas más bellas e icónicas de la película y a partir de ahora del cine europeo contemporáneo.



Fiesta de disfraces en Blutsauger
Memorable es también la escena del baile de disfraces y el encuentro en la escalera de la casa de una Octavia borracha con el misterioso hombre de la playa.

Octavia quiere sacudirse de la rigidez de su clase social de la alta burguesía alemana e imita la modernidad norteamericana, pero queda prendada de la prestancia del hombre de la playa (Lyovoshka), un sujeto que dice ser un barón ruso, con el que Octavia quiere emparentar, como anhelo prototípico de la burguesía rica para generar abolengo.


Otra excelente toma de un grupo
La ilusión de las esperanzas de Octavia se ve reflejada en la mera apariencia de un tipo que en realidad es aburrido, convencional, mentiroso, inculto y ...  delincuente. Un buscavidas que escapa de la Rusia bolchevique y va a parar a Alemania, pero sólo como trampolín hacia el dorado Hollywood, para lo cuál utiliza a la bella e ilusa burguesa, a la que engatusa con su pasado como actor (en realidad un extra de poca monta) a las órdenes del gran director ruso Eisenstein.

Mientas tanto, un estereotipado y caricaturizado grupo de jóvenes marxistas se enredan con las teorías de El Capital y “descubren” que lo que quería decir Marx es que los chupasangres capitalistas tienen una dimensión real.

Los objetos contemporáneos como las latas de Coca-cola, la Kawasaki Ninja y el descenso en paracaídas de Bonin son elementos gamberros, cómodos para evitar un exceso de rigidez escénica por anticuada y un acercamiento a una actualidad política cada vez más amenazadora. Y también un truco para que los espectadores más puñeteros no se metan con los anacronismos de un atrezzo que costaría mucho dinero para querer ser fiel a la época.

Jakob es el sirviente esclavizado de Octavia, ciertamente una vampira, del que se alimenta a cualquier hora el día, sin que él sospeche nada a pesar de creer que los vampiros rondan la comarca.


El insulso barón pillado
Aparece en escena un chino, en realidad un actor coreano (Kyung-Taek Lie), que actuó en el anterior éxito de Radlmeier (Selbstkritik eines bürgerlichen Hundes2017), para representar a la colonia china que había en Hamburgo hasta el advenimiento del nazismo, y que tuvo que emigrar debido a la presión xenófoba.

De hecho, es también una referencia directa a la colonia vietnamita existente en la antigua y comunista Alemania del Este, y que sufre actualmente de sentimientos racistas por parte de la población alemana.

El cruce de acusaciones entre la clase popular y los dirigentes burgueses por la sospecha de casos de vampirismo en la región lo resuelven éstos diciendo que se debe todo a una plaga de pulgas chinas, en clara alusión al supuesto origen chino del SARS-Cov2, para encubrir su propia criminalidad  sobre la población a la que explotan.

Lyovoshka, el hermético y convencional barón impostor que no encuentra acomodo en ninguna parte, se acaba enamorando de Octavia, mientras el sirviente Jakob languidece de desamor. Ahora sí que le importa algo a Lyovoshka y está dispuesto a todo.

La pasión que ella le tiene acaba por doblegar su desinterés inicial y cuando descubre que Octavia es la vampira intenta salvarla acusando al chino vendedor de algas de la manera más burda, pero los marxistas le creen y salen en pos del chino, al que ahorcan en medio de un tumulto que transforma a los civilizados marxistas en nacional-socialistas, tan cerca están siempre los extremos, sobre todo si se comparte denominación.

Un vampiro chino
La caracterización del chino como Fumanchú en la metapelícula que ruedan, representa al villano chino por excelencia, y nos remite a la desconfianza hacia lo oriental de la sociedad actual, como sucedió también durante el período de entreguerras, en el que los británicos y occidentales en general temían la invasión desde China.

Radlmeier exonera de cualquier responsabilidad a cualquier agente externo y encuentra los males en las propias miserias alemanas. Se trata de un alegato antirracista, antixenófobo y crítico por igual del marxismo a la alemana, de la Rusia bolchevique, de la clase dirigente alemana y de los alemanes y rusos mismos, en una acusación generalizada al género humano por encontrar el mal en el otro por las ambiciones personales, ya sean de sexo, poder o dinero.

La aridez de la película para espectadores no habituados al nuevo surrealismo y a la cultura alemana puede llevarles a calificarla de tediosa e incómoda, máxime si se entiende el alemán, pues muchas veces la dicción de los actores peca de artificiosa y cargante de manera intencional, hasta para los alemanes ...

Por otro lado, el papel del principal protagonista, Alexandre Koberidze (el 'barón'), es el de un sujeto absolutamente insulso, de pocas palabras y muy irritante por ser todo el contrapunto de la película, que es generalmente luminosa y locuaz, mientras él parece el alterego cenizo del depresivo Tolstoi o más bien el tío que te está jodiendo la película de principio a fin.

The Party (1968)
Algunas de las escenas estereotipadas, hieráticas y coloristas recuerdan a otro cineasta del ámbito báltico, el finlandés Aki Käurismaki (Nubes pasajeras, 1996) y otras, como la fiesta de disfraces, sublime su estética, dan la impresión de que en cualquier momento Peter Sellers va a salir a bailar un boogie-woogie narcoléptico y a pedirse una copa con sus gafas de época, como en The Party (1968).

Gran película por su original planteamiento, que gana con la generosidad de un espectador no avisado y que conozca los ámbitos cultural e histórico del director.

La fotografía de la costa báltica en verano, luminosa y ventosa, es evocadora y desértica. Los árboles son imperfectos; los caminos arenosos, costumbristas, románticos y cautivadores por su abandono, en un escenario natural que se está recomponiendo de su manipulación antrópica. Tal vez haya esperanza, pero no vendrá del marxismo.


Enlace

Entrevista a Julian Radlmaier, director de ‘Bloodsuckers’

Crítica a Bloodsuckers