Vagoneta en la Mina Marcelo Jorissen |
Pero si nos remitimos a los 39 que aparecen en la página del Ayuntamiento de Madrid me parecen pocos. Abundan las pinacotecas y los de objetos suntuarios, y se echan en falta más de las Iglesias y los de las instalaciones militares, sobre los que se ha extendido una pátina política que los ha querido sepultar.
Sólo he visitado 17 museos en Madrid de esa lista “oficial”, a parte del trasladado Museo del Ejército y de las salas de exposiciones de galerías, centros comerciales, empresas de seguros, de telefonía y de bancos, y hasta un cuarto de maravillas efímero.
Al Museo Geominero acudí ya hace años atraído por el mercado de minerales y fósiles del primer domingo de cada mes. Siempre los he coleccionado y he llegado a tener algunos ejemplares notables de recolección propia.
Pero lo que más me impactó no fueron sus cráneos madrileños de oso de las cavernas, ni la calavera recubierta de cobre, ni los espectaculares colores de las gemas iridiscentes, sino las vitrinas de un museo que conserva todo el aspecto de cómo debió de ser una colección científica de finales del siglo XIX.
Viéndolas, recordaba las maravillosas y polvorientas vitrinas del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, hoy destruido completamente por los ineptos responsables de la museística del estado español salidos de la Transición.
Aquellas desaparecidas vitrinas me evocaron expediciones a sitios remotos y me animaron a establecer mi propio cuarto de las maravillas en casa siendo un adolescente. Y fue el germen de mi pasión por la ciencia y el coleccionismo científico.
La colección preexistente del Museo Geominero se trasladó al edificio de la calle Ríos Rosas en 1927 con asesoramiento de Primitivo Hernández, pero conservaba toda la esencia de ese coleccionismo erudito y viajero que me transportaba a sitios ignotos, en el espacio y el tiempo, a lecturas interminables a la luz de quinqués y bombillas titilantes.
La exhibición es muy educativa, si bien las vitrinas son demasiado altas para los niños, a los que no estaban destinadas. En el patio central se instala efímeramente el mercadillo de minerales con un bullicio de asombro continuo por los más curiosos.
Puedes comprar dientes de tiburón, esqueletos de equinodermos, huellas de algas, ámbar del Báltico, piritas cúbicas, aragonitos, cuarzos, pequeñas geodas, … Y cuando ya lo hayas visto todo, si es que te da tiempo, puedes acercarte a una mina de carbón en el mismísimo subsuelo del Instituto Geominero.
La mina de carbón de Marcelo Jorissen
Se trata en realidad de una réplica ideada por el ingeniero M. Jorissen para servir de ejercicio didáctico a los alumnos de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes y Energía, que por su alejamiento de los centros de extracción necesitaban familiarizarse con el entorno sin los costosos desplazamientos a las cuencas mineras del norte de España.
Por lo que cuesta una caña en Madrid puedes saber cómo es una mina de carbón por dentro. La entradas se sacan atravesando el patio y son grupos de aproximadamente 15 personas. La visita dura unos 30’, en la que una guía especializada –quizá alumna- explica los pormenores del curioso recinto.
Nuestra guía bajó en unhumedadesdas botas de ante, con las que tuvo que sortear raíles oxidados, charcos, humedades y tablones desencajados. Te proveen de un casco para que no te descalabres, y es realmente efectivo, al menos choqué con él contra el techo media docena de veces antes de acostumbrarme a ese angosto espacio de techos bajos.
Después, a la salida, me di un baño al sol tibio y resplandeciente del inverno, cerrando los ojos para asimilar mejor la visita y dando gracias a los hombres que con su esfuerzo continuado y su ingenio nos legaron sus conocimientos y espacios para disfrutar de nuestro tiempo libre aprendiendo.
Enlaces
Fotografías antiguas de museos
Historia del Museo Geominero de Madrid
Un cuarto de maravillas en Madrid
Mercadillo de minerales, fósiles y gemas
Museos de Madrid
Visitas guiadas a la mina Marcelo Jorissen
Una mina secreta bajo Ríos Rosas
El ingeniero Marcelo Jorissen
Sólo he visitado 17 museos en Madrid de esa lista “oficial”, a parte del trasladado Museo del Ejército y de las salas de exposiciones de galerías, centros comerciales, empresas de seguros, de telefonía y de bancos, y hasta un cuarto de maravillas efímero.
Patio del museo, convertido en mercadillo cada primer domingo de mes |
Pero lo que más me impactó no fueron sus cráneos madrileños de oso de las cavernas, ni la calavera recubierta de cobre, ni los espectaculares colores de las gemas iridiscentes, sino las vitrinas de un museo que conserva todo el aspecto de cómo debió de ser una colección científica de finales del siglo XIX.
Viéndolas, recordaba las maravillosas y polvorientas vitrinas del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, hoy destruido completamente por los ineptos responsables de la museística del estado español salidos de la Transición.
Aquellas desaparecidas vitrinas me evocaron expediciones a sitios remotos y me animaron a establecer mi propio cuarto de las maravillas en casa siendo un adolescente. Y fue el germen de mi pasión por la ciencia y el coleccionismo científico.
Vitrinas con fósiles |
La exhibición es muy educativa, si bien las vitrinas son demasiado altas para los niños, a los que no estaban destinadas. En el patio central se instala efímeramente el mercadillo de minerales con un bullicio de asombro continuo por los más curiosos.
Puedes comprar dientes de tiburón, esqueletos de equinodermos, huellas de algas, ámbar del Báltico, piritas cúbicas, aragonitos, cuarzos, pequeñas geodas, … Y cuando ya lo hayas visto todo, si es que te da tiempo, puedes acercarte a una mina de carbón en el mismísimo subsuelo del Instituto Geominero.
Mina Marcelo Jorissen Entrada |
Se trata en realidad de una réplica ideada por el ingeniero M. Jorissen para servir de ejercicio didáctico a los alumnos de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes y Energía, que por su alejamiento de los centros de extracción necesitaban familiarizarse con el entorno sin los costosos desplazamientos a las cuencas mineras del norte de España.
Por lo que cuesta una caña en Madrid puedes saber cómo es una mina de carbón por dentro. La entradas se sacan atravesando el patio y son grupos de aproximadamente 15 personas. La visita dura unos 30’, en la que una guía especializada –quizá alumna- explica los pormenores del curioso recinto.
Nuestra guía bajó en unhumedadesdas botas de ante, con las que tuvo que sortear raíles oxidados, charcos, humedades y tablones desencajados. Te proveen de un casco para que no te descalabres, y es realmente efectivo, al menos choqué con él contra el techo media docena de veces antes de acostumbrarme a ese angosto espacio de techos bajos.
Después, a la salida, me di un baño al sol tibio y resplandeciente del inverno, cerrando los ojos para asimilar mejor la visita y dando gracias a los hombres que con su esfuerzo continuado y su ingenio nos legaron sus conocimientos y espacios para disfrutar de nuestro tiempo libre aprendiendo.
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Enlaces
Fotografías antiguas de museos
Historia del Museo Geominero de Madrid
Un cuarto de maravillas en Madrid
Mercadillo de minerales, fósiles y gemas
Museos de Madrid
Visitas guiadas a la mina Marcelo Jorissen
Una mina secreta bajo Ríos Rosas
El ingeniero Marcelo Jorissen
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