jueves, 16 de abril de 2020

Diario del confinamiento, recetas para pasar un Covid19

Diario del COVID19
Empezar a escribir un diario no es fácil: hay que encontrar el soporte (físico o virtual) y estar motivado para escribir.

Durante la cuarentena forzada de esta enfermedad mundial y cruel que se ha denominado COVID19 se me han ocurrido muchas cosas para aprovechar el tiempo, pero me he dado cuenta de que no dispongo de mucho más que antes para ello.

Teletrabajar por la mañana y quedar estresado y taquicárdico, con aumento de presión arterial e indignación por las consultas de los ciudadanos que piden ayuda, entre desesperados, confusos y cínicos, hace que busque en el café descafeinado, las siestas y el ajedrez por Internet el necesario asueto.

Después, Twitter y los memes ocupan mis horas, aunque me haya prohibido a mí mismo ver el aparato propagandístico del Nuevo Orden Mundial versión local llamado mierdavisión (TVE, La Sexta y basuras del mismo percal).

Sánchez Castejón mostrando a los españoles
cómo usar una mascarilla
No quiero ver las comparecencias de un presidente del Gobierno inepto y narcisista sermoneándome en plena crisis sobre si el consumo de keroseno ha bajado o los niños han aprendido a lavarse más las manos, mientras se acumulan los muertos en los hospitales, los domicilios y las residencias de ancianos hasta los 20.000.

Tampoco a un vicepresidente abyecto rebañar cuotas de poder aprovechando la confusión de una oposición acojonada y acusando al anterior gobierno de falta de inversión en asistencia sanitaria mientras intenta medrar en los escombros del país.

Ni tampoco soy capaz de soportar la arcada emética de ver al ministro de Fomento hacer una cobra de chiste a la portavoz del Gobierno como si fuera a besarla en plena pandemia.

Es una aberración democrática tener a un tipejo como Tezanos al frente del Centro de Investigaciones Sociológicas, simplemente porque es un conocido afín al gobierno caótico y errático del PSOE, así que rechazo ver también esas encuestas y el goteo incesante de muertos.


Portada del disco de Estopa
Hay muchas más cosas que hacer durante este confinamiento que no sean aplaudir como soplapollas en los balcones a las 8 de la tarde, ni reventar el silencio con la invasiva y machacona cantata de Resistiré, cuando debiera ponerse Tonto de Estopa a volumen moderado.

Algunas de ellas son escribir cosas que se nos ocurran, llamar a los familiares y amigos con los que estábamos distanciados, hacer un nuevo grupo de Whatsapp para poner paridas o hacer recetas y publicarlas.

A mí me han salido tres, a ver si os gustan. Y si no, seguro que tendréis tiempo de sobra para buscar otras.

Las dos primeras se enmarcan dentro de lo que son las recetas más populares de la Semana Santa castellana.

Una es una revisión del potaje de bacalao para hacerlo asequible a los paladares más impresionables y la segunda es la receta clásica desde hace centurias, y que ha trascendido desde los pucheros populares hasta los conventuales y desde éstos a las cocinas de vitrocerámica. 

La tercera es una receta kitsch de la tortilla de patata, en versión antimateria. Es decir, una receta vulgar aunque pretenciosa, ni sencilla ni clásica, sino de mal gusto, infantiloide y regresiva.


Imagino a una adolescente de Homo antecessor llevando unos huevos de perdiz y pegando un tropezón, cayendo los mismos sobre la concha al fuego de un pelomedúsido fósil donde se hervían un puñado de nabos. Y así debió de surgir la tortilla, o mejor, la antitortilla, una precuela de nuestra tortilla de patata universal.

Luego iré añadiendo otras, hasta que dure este encierro.


Recetas para un confinamiento 







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