C/ Miguel Íscar,
Valladolid, 5 de enero de 2012
Los Reyes Magos -o sus sucedáneos- desfilaron por las calles de Valladolid con gélidos 4ºC que se sentían en los pies. Los pasacalles, vestidos de marionetas y muñecos de cuerda abrían el cortejo real, mientras desde las carrozas los niños lanzaban caramelos con el logotipo del Ayuntamiento de Valladolid y de Instalaciones Eléctricas Servilux. Por los caramelos, símbolo de lo que nos dan gratis las instituciones, los niños se entusiasmaban y muchos adultos doblaban el espinazo. Uno me pasó casi por debajo de las piernas, reptando hasta debajo de un banco, para recoger un caramelo cascado del impacto, que no vale más que unos pocos céntimos de euro.
Es asombroso cómo la lluvia de algo tan mísero como los caramelos que esparce el Ayuntamiento y que lanzan con saña y peligro para los ojos los niños, pueden crear un entusiasmo tal que las manos se alcen frenéticas en pos del maná. Populacho inculto de sentimientos que debiera demandar cada año mejores dulces o guardarse de esa exhibición de mentecatos mendicantes.