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Teresa de Ávila |
Teatro Fernán Gómez
Compañía: La Loca de la Casa
Entre pucheros anda Dios
Por primera vez, Juan Mayorga se atreve a asumir la dirección de un texto propio, basándose en la figura de Santa Teresa de Jesús y de sus escritos El libro de la vida y Cartas.
La obra se representa en un escenario oscuro rodeado de tres cuerpos de asientos, con un asfixiante techo de poca altura, bajo el que se abre una mesa frugal, donde Teresa corta cadenciosamente una pobre patata.
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Juan Mayorga |
La actriz pelirroja casa muy bien con el concepto medieval y renacentista de la meretriz y aún de la bruja. En el Malleus Maleficarun –el manual de persecución de brujas por excelencia- se señala que el pelo rojo y los ojos verdes eran los signos externos de las brujas, los hombres lobos y los vampiros. Pero es que también era pelirroja María Magdalena.
El color es el de la piel de la vulpeja (zorra), que es la mezcla del rojo de la tentación y el diablo; y el amarillo el de la traición y la herejía, y ambas acusaciones penden sobre Teresa.
Un inquisidor se acerca hasta la cocina del convento donde Teresa prepara la comida
“... entre pucheros anda el Señor”, y bien podría ser el cubil de una hechicera; así lo siente el enviado de la Iglesia, que primero temeroso, y después firme, quiere imponer a Teresa sus argumentos y el de sus superiores, con la razón y la fuerza, con amenazas incluso de muerte para que abandone el convento de San José, creado por ella y alejado de la norma.
En la época se atribuían tres vicios generales que tienen un especial dominio entre las mujeres: la infidelidad, la ambición y la lujuria. Y los tres los repasa el inquisidor, pues habla de Teresa como infiel a la Iglesia; la acusa también de ambición por querer tener su propia congregación y hasta de lujuria, cuando le recuerda -infructuosamente- su juventud apartada de Cristo hasta antes de entrar a tomar los votos.
Pedro Miguel Martínez, como inquisidor, pondera el personaje sin exponerlo a extremos que lo ridiculizarían, situándolo más en la representación de la razón y los convencionalismos que en la retórica más estereotipada de la institución represora en esa época.
Se enfrenta a una Clara Sanchís –Teresa de Ávila- que coquetea a la vez con la locura y con una gran claridad de ideas . Es Teresa un hueso duro de roer para el inquisidor, porque es una mujer muy cultivada y prudente, sabedora de su lugar en la sociedad y en la Iglesia, por su condición de mujer, pero que no renuncia a hacer prevalecer sus ideas, con apoyo de personajes poderosos de su tiempo.
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Transverberación de Santa Teresa |
El algún momento sospecha el inquisidor de la condición de aliada del diablo de Teresa, pero en otras la experiencia de Cristo de ésta lo convence, pues él también ha tenido dudas.
Está en la transverberación o transfixión del corazón la verdadera esencia del poder místico de Teresa, en la cual su corazón es traspasado por una dardo ardiente de oro que le provoca un grandísimo dolor y amor de Dios.
Durante toda la obra, la corrección prosística de Pedro Miguel es encomiable, sin equivocaciones, marcando el ritmo, porque Clara tiene altibajos, dando una imagen de pobre mujer a la defensiva que no se corresponde –creemos- con la rotunda fuerza de Teresa de Cepeda para enfrentarse a las más duras pruebas imaginables. Su valor está en su técnica, aunque los manierismos místicos deberían ser trabajados con algún asesor.
El conjunto es el de una representación soberbia, sólida, de temática difícil y de la que sales completamente nutrido teatralmente, porque a pesar de sus carencias y de lo aparentemente poco atractivo del tema, envueltos en una ola anticristiana preocupante como estamos, capta la atención y el corazón de los públicos más abiertos y también más conservadores, sin irreverencias, pero sin noñerías.
Y concluyo: es una de las obras más reconfortantes y sustanciosas que he visto en los últimos dos años en Madrid, sobre todo después de haber padecido el harlem-shake-bodrio de El Café en el teatro de la Abadía hace tres semanas.
Nota de noviembre de 2013
El dramaturgo Juan Mayorga obtiene el Premio Nacional de Literatura Dramática por La Lengua en Pedazos.
Juan Mayorga, Premio Nacional de Literatura Dramática 2013