El otro lado de la esperanza (2017) Aki Kaurismäki |
Jueves, 22/03/18
Círculo de Bellas Artes, Madrid
Cuando un amigo te invita a un pase de cine para ver además a tu director favorito y llegas tarde 45’ por echarte la siesta, la desazón amenaza con apoderarse de ti y de la amistad misma.
Desde lo alto de las escaleras yo veía a mi amigo abajo, en el patio de butacas, haciendo aspavientos para hacerse notar. No bajé ceremonioso como de costumbre, sino compungido y disculpante, y le alargué una de las entradas que me imprimieron en la taquilla, como para mitigar su malestar y mi incomodidad. Me sentía como en el encuentro entre Franco y Hitler en Hendaya … mi amigo sonreía como un tiburón …
Sin embargo la presentación no había empezado: el director no había llegado aún. Y cuando por fin lo hizo, acompañado de un entrevistador y una traductora, hubo que esperar interminables minutos hasta que trajeran vino, porque él sin vino blanco no habla, hay que joderse.
Mientras tanto echaba humo por un cigarrillo electrónico, que no sé si se podía fumar dentro …
Perro de Kaurismäki, muy posiblemente el que aparece en la película. |
La entrevista al director
Este hombre, Aki, no es japonés, sino finlandés, y es todo un personaje, pero quedó eclipsado por la estulticia del entrevistador más cutre que estos baqueteados ojos han visto en lustros. No se puede entrevistar a un director de cine de fama mundial, tímido, borracho e insolente con el bagaje de un bisoño botarate.
El boicot de Kaurismäki al entrevistador no fue intencionado, pues fue el joven de bellos cabellos rizados el que se puso la soga al cuello. No lo entrevistó en inglés, por el insufrible inglés del director y porque no sabía hacerlo. Kaurismäki no quería hablar en anglosajón por ser una lengua imperialista y mezclaba portugués con algunas payasadas en español (que si era del Oporto FC, del Atlético y del Liverpool, que si debemos mandar a Marte a Stephen Hawking, …). La traductora lo hacía con esfuerzo del inglés al español por la actitud gamberra del director.
Tal vez hubiera sido mejor pedir una becaria al Instituto Iberoamericano de Finlandia para que la cosa no hubiera sido tan vergonzosa, porque sí, lo vivido fue de vergüenza ajena, demostrando que al Círculo de Bellas Artes le falta un prolongado hervor para dejar de estar tan crudo en este tipo de eventos.
Todos deseábamos que acabara esa comedia bufa de mal gusto y dieran paso a la proyección de El otro lado de la esperanza.
Wasabi en exceso |
Aki Kauris-mäki, o el hombre sushi con exceso de wasabi
El culto a la celebridad y el fanatismo difícilmente generarán acosadores en la persona de Aki Kaurismäki. Su personalidad pública, rayana en el autismo, es tan poco atractiva como una loncha de panceta en el suelo de una mezquita.
Sus chistes son gracietas; sus chascarrillos, tontos; su humor y sus ironías son tan inocentones que bordean el patetismo y la compasión. Existe un componente cultural del humor, pero sus compatriotas famosos optan por el silencio para no ser malinterpretados.
Sin embargo Kaurismäki es lo que es: un director de cine, contador de historias sin más, tan alejado del oropel y el adorno hollywoodienses como lo son sus películas, y es en ellas donde habla y se expresa este hombretón finlandés.
Dice que hace películas para dar de comer a sus perros, en una inmodestia bastante despectiva, que lo auto sitúa en la clase obrera que tan bien refleja en sus obras, pero que lo aúpa a un pedestal de autosuficiencia pasiva agresiva que lo hace parecer equívocamente misántropo.
Tupolev 22M3 ruso bombardeando Siria Escena de la película |
Imperiofobia en Kaurismäki
Sus contradicciones son evidentes: por un lado se queja constantemente de los estadounidenses y su imperialismo, y por otro es fan irredento de la música norteamericana, de sus automóviles, de sus directores de cine (Buster Keaton, Raoul Walsh, …), e incluso de sus pintores, tal vez sin saberlo, porque muchas de sus imágenes son muy hooperianas, como les ocurre a Hitchcock, Wenders y Tarantino, entre otros.
Kaurismäki padece de imperiofobia: un trastorno muy de los intelectuales europeos, porque por un lado detesta el poder del imperio y por el otro se postra rendido a sus innegables logros culturales. De hecho, Finlandia no le gusta, la retrata adusta, cruda, sin mostrar sus evidentes virtudes y vive en el extremo más alejado de ella que existe en Europa, Portugal, de espíritu tan melancólico e irrelevante como Finlandia, que le parece amenazadora por urbana, a él que no es más que un hombre de pueblo convertido en universal.
La imperiofobia es realmente envidia política y cultural, muestra de su sentimiento de pertenencia a un país pequeño, pero también expresa su desarraigo con Finlandia, a pesar de ser genuinamente finlandés en su humor y en sus manifestaciones artísticas.
Checker Marathon 1965 Matrícula KIE 387 |
Chevrolet Checker Marathon KIE 387
La música de slide guitar que aparece trepidante en su película, el Checker Marathon negro del 65 y el tratamiento interior de escenas tan influido –directamente o indirectamente- por el pintor Hooper lo convierten en un apologista de lo estadounidense y de su cultura de los años cincuenta.
Y ahí parece que se quedó, anacrónico.
El otro lado de la esperanza es una película antigua, un modelo agotado incluso en Kaurismäki, aunque sea de 2017. Recuerda mucho a su exitosa Nubes Pasajeras (1996) en las escenas del restaurante y es muy diferente de Le Havre (2011) en la estética, pero no en el fondo, donde el amor, la bondad y la solidaridad del protagonista europeo realmente están hablando del mismo Kaurismäki, que tiene un alto concepto de sí mismo. Y no es casualidad que sea un maestro en esa temática tabernaria, él mismo es hostelero en Helsinki, aunque no resida allí.
El otro lado de la esperanza son dos películas, trazadas con distintas velocidades, por un lado está el mundo de Khaled, el protagonista refugiado sirio, más dinámico, luminoso y actual, donde el director pasa de bastante limitado a mediocre. Por otro lado está el mundo de la Finlandia profunda y anacrónica de un vendedor de camisas con una esposa alcohólica, a la que abandona, donde el director se mueve como un maestro y retratista realmente sobresaliente, con un surrealismo memorable a flor de piel en escenas como el abandono de su mujer, junto a un repelente cactus asiento de suegra.
Sin embargo ha sabido engarzar con suavidad la realidad con la ciencia ficción de ambas partes en un único punto: el refugiado, consiguiendo una obra emocionante en ocasiones, visualmente muy atractiva en la parte más “finlandesa” de la película, resultando un panfleto antiimperialista prorrefugiados que te tragas como una papilla, sin enterarte.
Kaurismäki creo que ha hecho una película política y humanitaria utilizando retales de su sabiduría como cineasta. Es una película comprometida, que cala hondo, que no presenta a los refugiados como desharrapados y sucios haraganes, sino como personas normales con problemas extraordinarios que se ven obstaculizadas por la burocracia de los países a los que quieren llegar.
Edward Hooper |
Salí del cine con la sensación de que era la mejor película que había visto de él, por las buenas sensaciones y el buen rato pasado. En eso es maestro, porque no despegué ni un instante los ojos de la pantalla. Sin embargo simplemente he sido seducido por su manera de hacer cine, sutil, profunda, educada, respetuosa con los que sufren, con la clase obrera y con un mundo subyugado por la globalización, la violencia, los extremismos y el control de los estados.
Ahora veo con claridad que El otro lado de la esperanza no es más que la contribución de un director al drama de los refugiados, con mucha paja de calidad alrededor.
Ahora veo con claridad que la excelente película que podría haber sido con la vida del camisero Wikström la ha sacrificado el director para su alegato humanitario, en una expresión de generosidad que le bastaría para redimirse de todos sus pecados en las entrevistas que le hacen los idiotas.
The House by the Railroad (1925) Edward Hooper Inspiró la casa A. Hitchcock en Psicosis |
Enlaces
Checker Marathon |
Chevrolet 1965 Checker Marathon (1965-1968)
Durante décadas, el Checker fue el vehículo de elección en los taxis de Nueva York y en otras ciudades de Estados Unidos. También apareció en la película Gorky Park y en la serie de televisión Misión Imposible. Tenía 3.769 cc y 140 hp de potencia. El Checker fue copiado en la Unión Soviética para producir el Chaika 13 (GAZ 13), un automóvil de lujo, por lo que no es un modelo elegido al azar por Kaurismäki para la película, teniendo en cuenta que posiblemente conoció ambas versiones.