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El Tesorero, de J. I. Tofé |
El señor don Juan de Robres,
con caridad sin igual,
hizo este santo hospital...
y también hizo los pobres. (*)
Epigrama de Juan de Iriarte, siglo XVIII
Empezar por definir una obra de teatro se puede hacer por su parecer o por su estilo. Yo empezaré por decir que esta es una comedia; sí, una comedia sobre la corrupción, como dice su antetítulo.
Pero también es una sátira política, con elementos de astracán, donde se muestran los vicios de una parte muy importante de la sociedad: los que nos gobiernan y en la que existe un fresco, el tesorero, o más bien un delincuente que es el sujeto que da el motivo a la obra.
El tesorero es Luis El Cabrón, con su gabardina beige sobre los hombros, pero no se dice, para qué. Él hace y deshace, entregando sobres y presionando a los ministros que desfilan por la obra: Cultura, Agricultura, Economía, Hacienda.
Todos están en el ajo, … y en el tomate. El jamón, el tumaca y los untamientos, porque hay untamiento …
El tesorero, sin embargo, no aparece sino hacia al final de la obra, como si hubiese habido una remodelación de la representación y hubiera quedado relegado por los cuajados papeles de los ministros.
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José Luis Alcobendas |
La rocosa actuación de José Luis Alcobendas (La torre de Suso, Amar en tiempos revueltos) en el papel de ministro de Cultura sitúa al personaje viciado de tráfico de influencias, una actividad penada en España, pero curiosamente no en Alemania o Finlandia.
Nepotismo, enchufismo, cooptación, endogamia, que se llama de todos modos cuando colocas a tu cuñao y favoreces a tu suegro. Qué gran tipo este ministro de Cultura, proveniente de una autonomía menor, como un reyezuelo que accede a la gran Corte de mangantes. … tiene mucho que aprender …
Sin fisuras en su actuación, espléndido en su planta de burócrata sin vergüenza, Alcobendas encarna la crítica al sistema de impuestos a la Cultura, a lo poco preparados de sus representantes ministeriales y a la despreciable rapiña a la que asistimos todos los días en la prensa, utilizando las papeletas de voto para fumárselas mientras nos echan el humo a la cara.
Viajes, comilonas, cacerías, campos de golf, y hasta viajes a Cachemira para encontrar el karma, todo pagado con los impuestos recaudados por el único ministerio eficaz: Hacienda, con un Juan Carlos Vellido (El Espinazo del diablo, Piratas del Caribe 4) polifacético que llega a encoger el corazón por el descomunal disparate y saqueo del que nos hace conscientes su representación.
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Juan Carlos Vellido |
Con su variado repertorio en sus cuatro papeles, Vellido arranca más carcajadas, aunque se confunda más, y borda el primer papel que le toca –Agricultura- mientras Alcobendas se empieza a sentir a gusto hasta el apoteósico final.
Dos grandes actores con un gran guión de José Ignacio Tofé, repleto de realidades, muy trabajado y sin partidismos, pero perdiéndole el respeto al partido gobernante.
Esta clase de teatro ayuda a la regeneración de la sociedad, a su terapéutica, pues antes de aplicar el remedio todo pasa por el reconocimiento del problema. Y qué mejor conseguirlo que a través de la risa.
Dónde
Madrid
Cuándo
Todos los martes de diciembre y enero a las 22 horas.
* Este epigrama famoso atribuido a Juan de Iriarte es en realidad una recopilación del citado lexicógrafo español, que pudo verlo en el frontispicio de un antiguo hospital de Cáceres perteneciente a la muy acaudalada familia Robles. Ese hospital fue cerrado y abandonado debido a la desamortización de Mendizábal, después se instaló en él un generador eléctrico, y con posterioridad fue destruido por la aviación republicana en 1937. De entre los restos se recuperó una lápida con una inscripción en piedra, cuya última frase fue escrita en carbón por alguien, y así se ha conservado en un museo de la misma ciudad (Museo provincial de Las Veletas). Hoy ese solar es ocupado por el edificio que albergó al cine Capitol desde 1947, cuyo arquitecto fue el mismo que el del edificio Capitol de la Gran Vía madrileña.
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