viernes, 23 de febrero de 2018

Inauguración de Marina Gadea en Diferen-T

Marina Gadea en Madrid
Lo bueno de vivir en Madrid es que puedes subsistir todo un mes de lo que comes en las exposiciones. Hay tantas inauguraciones, que si llevas bien organizada la agenda, puedes pasarte de lunes a viernes zampando y pimplando gratis.

Ha habido una época de crisis momentánea en la que no ponían más que patatas fritas y rodajas de salchichón sin pan, y tuve que comer en casa, pero eso está cambiando poco a poco.

El ego de algunos que dicen sentirse artistas es tan grande que son capaces de pagar un ágape para dar a conocer sus obras, muchas de las cuáles suelen ser bodrios que sólo defienden sus propias madres en estado sobrio. Pero las expos con cóctel ¡han vuelto!

A uno lo invitan por diversos motivos: las más de las veces para que escriba algo, pero es un casi nunca lo hago, pues escribir a la fuerza es como cagar a pulso sin ganas. Otras porque amigos me llevan a rastras, y casi siempre me gustan; en otras ocasiones, exploro cosas nuevas, o simplemente tengo hambre.

Copias sobre las sillas
El caso de la exposición que visité el martes no fue excesivamente paradigmático, pues me invitaron a través de Facebook, la red que casi nunca uso pero que me reporta más satisfacciones. No sé quien lo hizo, porque aparecí solo por allí, a ver qué se cocía.

El restaurante Diferen-T es la Antigua Cervecería de Correos, y allí fue el sarao  relleno de culturetas, donde, a parte de las consabidas rajas de salchichón sin pan, había patatas con kétchup y un par de bocados sencillos de diseño: como un puré de patata con sabor a gamba y unas bolas fritas de algo irreconocible. El vino blanco era de los baratitos, pero correcto, no recuerdo la marca, para hostelería rondaría los 3 euros la botella.

A la entrada había unas bonitas reproducciones circulares en color de unas marinas abstractas: como de fotos del fondo del mar mediterráneo difuminadas. Se adivinaban corales, equinodermos, … y hasta calaveras de náufragos sumergidos, tales eran la pareidolias. A precio de 50 € la pieza en lonja, bien merecían un pared blanca en casa.

Marina Gadea, detalle
En el apartado de originales, los precios se inflaban hasta los 1600 € para la obra mayor, que parece excesivo para el caché de la autora, pero que si la disfrutamos de cerca, rebosante de colores, con buena técnica para el acrílico en lienzo, metacrilato o metal, con aspecto de laca, dominio de la paleta de colores y un excelente resultado estético, no nos parece ya tanto.

Desconozco si la autora practica el submarinismo, pero las sensaciones que he tenido son las de una día de buceo a 10 metros de profundidad en una pradera de posidonia con el sol del verano en todo lo alto.

Marina Gadea aspira a convertirse en una artista internacional, o al menos a vender su arte a los guiris, no sólo por aumentar el ámbito de sus ventas, sino también porque su temática submarina es elitista.

Poca concurrencia, ambiente soso.
El lugar elegido para la inauguración forma parte del área turística de Madrid, pero excepto dos despistadas e intrigadísimas asiáticas –que no probaron los embutidos- no había más que sonrientes jóvenes españoles, satisfechos consigo mismos de acudir a eventos culturales como aquél, pero casi ningún crítico, marchante, comisario o potencial comprador: el evento, mono, discreto y concurrido a medias, había fallado su target.

Aún así, valgan estas líneas para dar difusión a un gran trabajo estético, honesto, que logra crear emoción por sus colores, su técnica y su formato.



Falsos mejillones de espuma
de patata con sabor a marisco.
Realmente olvidables, aunque
muy conseguido el guiño.


La crisis no se ha ido
del todo, pero buen
embutido.


Bolas de algo sabroso,
la que falta acabó
en el gaznate.

Enlace

Marina Gadea, obra


Dónde

Colección Blue Inmersion
Restaurante Diferen-T
C/ Alcalá, 55
Madrid








martes, 20 de febrero de 2018

¡Ay, que me meo toa! Performance en el Retiro

Palacio de Velázquez (1883)
Parque de El Retiro
Había quedado para un pequeño picnic en el Retiro con una pintora amateur alemana y su hija, después de trotar por la Castellana en un día espléndido del invierno madrileño.

Mientras calentaba el sol, se estaba bien en pantalón corto a unos 12° sobre la manta trapera de colores; y las tarrinas de croquetas, filetes de pollo y ensaladilla brillaban felices esperando ser devoradas; pero al empezar a declinar el astro, se hizo mejor buscar cobijo por si salían los morlocks de las sombras. 


Empezamos de cojones

Como quien no quiere la cosa, entré en el Palacio de Velázquez (Velázquez, 1883), porque realmente me habían tendido una encerrona.

Fue construido a imagen del Crystal Palace de Londres, lo cuál es mucho decir, por sus dimensiones y los materiales empleados, pero la idea era servir para la Exposición Nacional de Minería de 1883.

Sobres abiertos en la exposición de
Esther Ferrer
Es el único edificio que perdura de aquello, con aspecto sólido por fuera, como de palacio, y con aspecto de barracón efímero por dentro. Hoy pertenece al Ministerio de Cultura y está dedicado a las insulsas exposiciones temporales del Museo Reina Sofía, como el cercano Palacio de Cristal del mismo parque.

Es posible que haya entrado más de ¿10 veces? a esa área expositiva sin resultado positivo alguno. Y en ninguno de mis periplos contemplativos y exploratorios he hallado más que una buena porción de legañas.

He estado en tantas exposiciones a lo largo de mi vida, aquí y allá … y puedo decir que ésta no era la peor, pero sí podríamos darle un puesto de honor por la dimensión física de la performance, el tiempo abarcado, la importancia de la institución y la fatuidad exhibida.


Piano blanco con frases
Esther Ferrer, encantada de conocerse

Antes de toparme con su cara y con su pubis no conocía a Esther Ferrer (San Sebastián, 1937). Su nacimiento ya nos da una pista de cuándo pasó los 20 años y también del contenido de su obra, apuntando que en 1968 tenía 31. 

Considerada como “una de las mejores artistas de su generación” da qué pensar sobre los calificadores y sobre la competencia … y también sobre el descaro de sus críticos. La Wikipedia le dedica apenas 10 líneas.

Su especialidad son las performances, disciplina por la que siento extremada debilidad y con las cuáles soy capaz de envolverme en la sordidez, el descaro, el engaño, la locura, … pero de las que no me trago la pose vana, la previsibilidad, la truculencia, la imitación y la ausencia total de la transmisión de sensaciones. Eso me ocurrió ayer viendo a la respetable Sra. Ferrer.

Dildo volante autopropulsado
Si a ello unimos que la reivindicación política me repele, especialmente en estos tiempos en los que la política embadurna cada exhalación en España, siento que esta representación estática me agrede como sujeto anónimo, como espectador. 

Ferrer y el comisario de la exposición han presentado un refrito histórico de ejercicios y deberes de delineación corporeizados, en forma de hilos que sustituyen a los trazos. 

Fotografías de la autora según el paso del tiempo y en consonancia warholiana en ByN. Y en pantalla baja: un vídeo que podría estar filmado en un nosocomio de crónicos neurológicos de la RDA.

Música celestial
Series numéricas como en la materialización de un trastorno obsesivo compulsivo, el pubis velludo de la señora artista como reivindicación de una desnudez que sólo tuvo sentido cuando molestaba a alguien y que ahora sólo representa un patético ejercicio de memoria sociológica. Nalgas, pechos y frases en el cuerpo, hoy de actualidad como las integrantes de Femen, muy avanzadas de un socialmente “muy” avanzado país como Ucrania, pero quizá demasiado hastiante y anacrónico para España y Occidente.

El discurso longitudinal de la exposición de Ferrer podría ser un ejercicio de antropología social interesante si estuviese ordenado para ello. Pero el libre albedrío genera caos mental en el observador.

El efecto óptico más interesante fueron unos picos blancos, que luego resultaron ser sobres de correos desplegados, un curioso truco que me hizo sonreír por su simpleza y efectismo.

Allí, sobre una mesa, había dos vasos de agua semi llenos, sobre los que no me atrevía a preguntar, pero que sin duda estaban medio vacíos, dejando bien a las claras mi ignorancia en esto del arte.

Esther Ferrer, fuente: Internet
El narcisismo de la buena de Esther queda patente en la exhibición insistente de sus pelambreras, de sus ojeras, de su dignidad como persona, como mujer, sí, pero es bastante poco y no es tampoco Dalí … 

Al final, en un rincón, después del piano blanco cubierto de frases en francés, qué cool … me reponía del efecto hueco de esa “performance”, cuando una polla voladora metálica me asalta por sorpresa … 

Allí estaba el dildo con alas de alambre, quién sabe si excavador de entrañas en el pasado … por si acaso estaba en una urna. En el lado opuesto una absurda, boba, fetichista, feminista y antimilitarista exposición de cañones de juguete que habían sido sustituidos por un pene de plástico … ¿Una agresión contra el macho? ¿Una lacra psicológica de la artista?

Beso a la eslava Breznev-Honecker, junio 1979
Faltaron vindicaciones contra los toros y una foto de Mariano Rajoy comiéndose el morro con Donald Franco, a la usanza Breznev-Honecker, que la autora sí vivió, tal vez con lúbrica y política emoción.

En descargo de la autora, como artista, diré que su calidad no desmerece la de otros muchos vistos bajo los techos del Palacio de Velázquez. Como persona y animal político me merece todo el respeto, pero como espectador de su exposición “Todas las variaciones son válidas, incluida ésta” he asistido hoy a un fake.


Tanques soviéticos avanzando sobre Braga ¿?
La guinda no hay quien se la coma

Con todo, lo peor de la exposición fueron los dos empleados que nos llamaron la atención dos veces: una por llevar mi acompañante una pequeña mochila a la espalda –ni que fuera a derribar un jarrón de la época de Hongwu- y otra porque su pequeña rapaz correteaba descalza sin molestar a nadie.

Se ve que a la organización las performances improvisadas de la alegría infantil le parecen demasiado transgresoras. Por cierto, sólo tienen un meódromo: hombres-mujeres-minusválidos y se forma una cola de la hostia, puede que intentando reproducir las colas en Alemania Oriental en 1968, o esperando que nos meemos en sintonía cósmica con el recinto.


Dos vasos.
Se desconoce si la artista vertió el agua.
Enlaces muy básicos







Aquí una muy buena performance:








Esther Ferrer no es la primera que se pone algo en la cabeza. No sé quién inició primero esa moda tan estúpida de aparentar tontuna, pero se extendió miméticamente, como queriendo pertenecer a una serie de napoleones por multicopista. Se conoce que alguien decidió encasquetarse primariamente un embudo y después algún avispado artista decidió cambiar el objeto.

La iniciativa triunfó y hoy se toma como símbolo de las pretendidas bellaquerías que se hacían con tal de llamar la atención y molestar al establishment.



Esther Ferrer con cosas
en la cabeza

A Gabriel García Márquez
le encasquetaron un libro
Dalí, muy surrealista
y descarnado