Hoy he estado de compras en Ikea del Megapark de San Sebastián de los Reyes, en Leroy Merlin y en Conforama. Buscaba una estantería baja con ruedas.
Leroy Merlin es un pastiche de cosas de bricolaje donde apenas he encontrado nunca lo que buscaba, aparte de unos estores, unos mimbres separadores y unas celosías de jardín. Pero no he podido comprar nunca pintura, lámparas o plantas en condiciones. Los trabajadores, eso sí, son solícitos y atentos cuando los encuentras.
Una opinión diferente me merece Ikea, donde casi siempre encuentro lo que busco, porque me gusta o porque me sorprenden con cosas novedosas, algo que nunca me ha pasado con Leroy Merlin. Puedo tener ocio dentro, comer barato, pasar la tarde y tiene calidad y buenos precios. El personal es abundante y muy amable y pocas veces me ha dejado de lado o no han sabido responder a mis peticiones. Y me encanta que tenga asientos para cambiarle los pañales a los niños en los servicios de caballeros, aunque yo no tenga pañales que cambiar.
En cambio, sobre Conforama, una empresa francesa perteneciente al grupo surafricano Steinhoff, tengo la idea de que es una aberración comercial.
El estilo está obsoleto, como de los años 70, con una pátina de modernidad que no es más que una mueca.
Sólo había disponibles 4 vendedores para unos 8 ó 10 clientes, que descansaban aburridos a la espera de que se quedara uno libre. Lo intenté 3 veces y se escaqueaban con excusas, pasándoles la pelota a los que "estuvieran libres". Cuando vuelvo la misma tarde, por segunda vez, a ver si tenía más suerte, solicito la ayuda de una vendedora en la caja de la entrada, pero cuando llego, ya me la había "pisado" una pareja.
Me entretengo comparando los precios de las estanterías. La misma (idéntica), cuesta el doble en la sección de niños, pero la vendedora, que, ahora ya sí me atiende, me dice que el precio en realidad es el menor.
Cuando me decido por el color verde pistacho, me dice que en el almacén no hay existencias de ese color. Luego de un rato, me decido por el blanco, que es más de batalla, y me dice que tampoco la tienen y que si la quiero puedo encargarla y me la traerán en 40 días. Como le digo que en 40 días puedo visitar tantas tiendas que podría encontrar otra cosa y que necesito la estantería, le pregunto que si la tiene en naranja, a lo que me dice que tampoco.
Desesperado, le pido entonces que me venda la verde de la exposición, pues la naranja está deteriorada, y como me dice que se puede pedir por catálogo (con los consabidos 40 días) no me puede vender la jodida estantería. Me fui de la tienda deprimido y cabreado a la vez, preguntándome si era una tienda o un local de puteo del personal.
No he visto gestión más nefasta de una tienda en mi vida, y salí de allí pidiendo a gritos mentales un consultor de gestión de clientes.
Aquí no necesitamos empresas tan cutres, que absorben clientela y matan negocios humildes y honestos.
Ikea quiso comprar Conforama en 2010; hubiera sido una catástrofe, pues son dos negocios diametralmente opuestos y Conforama representaría una carga por ser un estilo de negocio demasiado tradicional, obsoleto y escasamente organizado, sin más valor que el de la simple venta de elementos para el hogar, frente al valor que aporta Ikea, que no es otro que el de la vida alrededor de la venta.