Bar muy cutre |
De pinchos y tapas cutres en Valladolid
Me dedico a eso que llaman “atención al cliente”. De hecho,
de una u otra manera, lo hago profesionalmente desde hace más de 20 años. Pero
llevo bastantes más siendo cliente, un cliente activo, por cierto.
Ser un cliente activo implica ofrecer retrolimentación al
vendedor: si está bien el proceso de venta, hacérselo saber, y si está mal,
pues también.
El conflicto surge cuando cliente y vendedor discrepan. Por
ejemplo, un cliente no satisfecho con la venta de un servicio o producto se lo
hace saber al vendedor, o se queja, o protesta …
Estas Navidades estuve en Valladolid degustando sus afamados
pinchos. Me muevo a gusto por esa ciudad, conozco sus mejores lugares desde
hace muchos años y frecuento casi siempre los mismos templos de la pequeña
cocina.
Así que, con pocas horas de ocio urbano, fui a tiro hecho: Villa
Paramesa, una tasca ubicada en la calle Calixto Fernández de la Torre, junto a
la Plaza Mayor. Este bar pertenece a la empresa La Pequeña Villa 2008 S.L.
El motivo de la visita es que anteriormente estaba allí La
Tasquita, de grato recuerdo para mí y para muchos vallisoletanos, donde siempre
se me atendió bien y donde pasé grandes tardes degustando su pincho de solomillo
al roquefort y otras muchas maravillas sobre pan crujiente.
La factura del delito |
Cuando ya no era La Tasquita volví varias veces a visitar el
sitio y me llevé una buena impresión de su cocina creativa. Finalmente el 5 de
enero aterricé de nuevo; pero algo había cambiado.
Nada más entrar noté una atmósfera diferente. Pedí dos
riberas, una croqueta de bacalao, una mini-hamburguesa de solomillo y un
buñuelo de manillas de lechazo, todo de nombre muy sugerente y correcta
presentación. Total 10 €, un precio correcto, aunque en absoluto barato.
Recordemos, esto no es Suecia.
La rubia de bote que me atendió tal vez me recuerde. Me
sirvió de un gran botellón las escurrajas y luego completó con otra botella. ¡Vaya!
Pero no soy de protestar …
Acodado en la barra estaba un señor elegante de medianas
estatura y edad, bien afeitado, con su camisa azul abierta y su cara chaqueta
desabotonada. Sonreía al sol de las lámparas y diríase que estaba en una gran
felicidad con Baco. Fue mi testigo …
Veamos, todo bien con la croqueta, la mini-hamburguesa correcta -aunque excesivamente generosa en pan-, el vino cuasi-regular, … pero el buñuelo
de los cojones fue otro cantar.
El primer bocado es para mi acompañante más cercana, que se
lleva la parte noble, aunque la rechaza por gelatinosa. Es lo que tienen las
manillas, … cuestión de gustos … Así que le hinco el diente a ese buñuelo en
forma de dado y noto algo … ¡joder, qué gelatina más densa! Mi excesiva cultura
gastronómica me hace imaginar que se trata de una hebra de puerro mal cocinada,
pero mi otra acompañante, a la sazón una señora bella, elegante, experta
cocinera y mejor clienta, tira de un extremo y dice: un pelo y ¿qué es esto? visiblemente
asqueada.
Despedazo la porción maldita y la echo en la papelera de
encima del mostrador, bajo la mirada de la rubia de bote, que me la indica con
su dedo de mesonera, como si yo estuviera a punto de deshacerme de la
servilleta que envolvía el cuerpo del delito tirándola al suelo …
El perdón anidó en mi corazón ¿a quién no se le ha escapado
un pelo en su cocina? Así que continúo mascando la composición, intentando
descifrar los sabores … Pero el tacto pastoso y peludo de consistencia lanosa
de un cuerpo extraño vuelve a asomar desde mis labios, ¿qué cojones … ?
Cojo una servilleta de papel y vuelco todo el contenido de
ese alimento-trapo sobre ella, en un ademán observado por el borrachín, que no
dice ni pío, casi divertido, casi insensible a la tragedia … con el vano
intento de que no parezca una egestión.
Le digo entonces a la mesonera tosca que el buñuelo referido tenía un trozo de lana dentro … y me contesta que vale, pero que ya me
lo había comido …
La estulticia de la sirve-vinos me acusa tácitamente de
querer otro pincho gratis …
Cagándome internamente en las deidades más a mano, dejo a
salvo sólo a la Virgen María, y comento la jugada con mis acompañantes, que
indignadas, se comprometen a no poner más sus pies en aquel chigre de bordes y
guarretes.
Pienso ahora que debí meter la mano en la dichosa papelera,
sacar los pringosos y masticados trozos de buñuelo sujetos por su cordaje
lanoso y mostrarlo al respetable como si fuera a poner unas banderillas,
aseteándole en los morros a la palurda como prueba fehaciente de lo marrano de su chef y de su ofensiva
respuesta a mi queja.
Como la sangre no llegó al río porque preferí bombearla a
presión a mis sienes, les dejo a Uds./vosotros mis impresiones de cliente
insatisfecho, con la esperanza en la resurrección de los que han muerto atragantados
con un trozo de estropajo metido dentro de un pincho.
Nota del 28/01/2014
Esta tarde he recibido en mi casa la notificación de la DGT que ese mismo día 5 de enero, yendo a Valladolid, me pusieron una multa de 100 € por haber sobrepasado el límite de velocidad en 20 km/h. Me cazó un radar nuevo, tal vez en algún cruce de reducción rápida. Los Reyes Magos de Valladolid me han querido "premiar" por algo que he hecho mal el pasado año ¿Será por quejarme tanto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario