Paula Ruiz en el papel de Blanka |
de Veronika Pospíšilová
El jueves 24 de abril tuvo lugar en Espacio Labruc la
cuarta representación del drama familiar Semínka, de la autora checa Veronika
Pospíšilová.
Digamos que, para muchos, ir a ver dramones a una sala de
teatro requiere de mucha voluntad y ciertas dosis de masoquismo. Sin embargo,
para otros, es una práctica necesaria para sentir que sus corazones palpitan.
En realidad, la vida parece una tragicomedia. Hay tantas
situaciones angustiosas e hilarantes, que empaquetar la tristeza con el
papelón de un drama sería injusto con la vida misma y un ejercicio de mortal
aburrimiento.
Semínka no llega a ser una tragicomedia, pero sí un drama
realista con humor, que se explaya en las vicisitudes de una familia checa de
clase media durante la fiesta de celebración de la mayoría de edad de una joven
hipersensible.
La fiesta de cumpleaños |
El resto de personajes son su alcoholizada madre, un padre
tacaño en paro, un hermano hippie estudiante de filosofía, una tiíta cañón de
clase pudiente y un mugriento artista de indudable atractivo para las señoras.
En esta obrita redonda de algo más de una hora, cada
personaje tiene su momentazo de monólogo profundo. Blanka la vegetariana sermonea
a su despreciada familia desde la seguridad de su nueva fe católica, a la que
sus familiares de base socialista ven con desconfianza y preocupación.
Hasta el hermano que
la quiere –Martin- la tienta con Schopenhauer y ella se resiste. Hay mucho del
mismo Arthur Schopenhauer en Martin, un pesimismo profundo, que contrasta con
Blanka, casi una alter ego de la
Adele del filósofo.
Sin embargo, es la misma Blanka la que practica la “voluntad
de vivir” de su propio yo, frente al abúlico y fumeta, aunque bienintencionado,
Martin.
Un extraño personaje que llega |
El personaje de Helena es de una dimensión descomunal, con
un inicio titubeante de la actriz que va ganando dimensión en la escena, pero
que pierde intensidad, muriendo a la orilla misma del final de la obra debido a
la necesidad de apremio del desenlace, cuando Vladímir irrumpe sensual e
irresistible, con su embriagadora dicción de dandy pictórico.
El papá de Blanka es Jan, un vulgar, comedido y afable padre
de familia que se encara con las aficiones caras de su mujer. Ésta envidia a la
escultural tiíta Tereza, solterona a causa de su desmedida afición a cazar
hombres que no le hacen caso.
Seis personajes unidos por un destino que sufren de las desatenciones
de los demás, aunque se deseen o se quieran por una necesidad vital, donde los papeles
masculinos salen mucho mejor parados en la obra que los femeninos, inmersos éstos
en las necesidades monetarias, sexuales, espirituales y amorosas de una manera
mucho más intensa, perversa y compleja. Un padre corriente, un adolescente
atormentado y un bohemio enamorado, revestidos todos de gran honestidad.
Los actores
El exiguo escenario de Espacio Labruc se presta fácilmente a
la interacción de los actores con el público, apenas esbozada por Blanka cuando
busca invitar a los espectadores a su cumpleaños. Paula Ruiz está muy correcta
en su papel, tan frágil y mística, pero de una gran fortaleza y, en ocasiones,
de conmovedora problemática.
Paula Ruiz |
Jan es Yan Angosse, el padre comparsa, ajustado a un papel
de poco recorrido y necesariamente eclipsado por su histriónica esposa. Echamos
de menos en el libreto alguna reacción de angustia al recibir el mazazo
emocional y un porte menos aristocrático que nos acercara a un hombre corriente
de su entorno social.
El pintor Vladímir es la magnífica y sensual voz de Yan
Nazca, suficiente para desmayar a cualquier señora de 15 años para arriba. Su
rol es necesariamente limitado y hace saltar chispas entre él y la tiíta, pero
falta química con Helena, a la que realmente ama.
Roberta Pasquinucci (i) |
Su sentido
del humor, sus expresiones comprometidas con cada escena, aunque no hable, sus
desplazamientos ocupando todo el escenario y la complejidad conferida a su
personaje me hicieron disfrutar y preguntarme si ese papel no ha sido uno de
los más trabajados en sus textos y dramaturgia. El relato del culo del ciclista
es realmente memorable.
La sala y la obra
Función del 24 de abril |
Semínka es una obra corta pero intensa. Crear diálogos para
seis papeles tan diversos y dotarlos de una acción coherente no está al alcance
de todos los directores. Es cierto que contar con buenos actores como los
criticados ayuda mucho, pero modular sus deseos y desdenes tiene mucho de
dirección de orquesta, para que los timbales no eclipsen los violines, ni los
fagotes al contrabajo, y para que lo que se oiga sea música.
La familia conoce el secreto de Blanka |
Pero también es una problemática muy occidental, donde la
envidia, la búsqueda del amor, la crisis de valores y los fantasmas antiguos
que salen de los armarios nos amargan la escena.
Tereza se enfrenta a Martin |
Pero por encima de todo ello se
yergue la necesidad del amor y de la familia, por lo que finalmente triunfan la
cultura adquirida, la socialización y la necesidad de protección sobre todo lo
demás. Felicidades.
Fe de errores
*La aclamada tía Tereza no es tal, pues su parentesco con la familia problema es inexistente. No se trata más que de la amiga íntima de Helena. Seguro que mi subconsciente me jugó una mala pasada.
Enlace
Entrevista a Veronika Pospíšilová, directora de Semínka
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