MONÓLOGO A TRES MANOS
Café El Cosaco |
Las salas de teatro de Madrid pueden llegar a ser
intimidantes para el público esporádico, para esas personas a las que no atrae
el escenario grandilocuente, la oscuridad y el ceremonial atento que implica
sentarse en una butaca.
Para esas personas se ha hecho el microteatro, e incluso
mejor: el café teatro.
El Cosaco es uno de esos lugares, un semi escondido café
retro en las cercanías de la Plaza de La Paja. Apenas una decena de mesas y un
exiguo escenario, donde los actores casi se sientan en las rodillas de los
clientes.
La escena es todo el café, con su aire decó de cristales
cuadrados azules y amarillos, su ambiente tapizado de rojo, como un burdel, y
un abyecto árbol de Navidad coronado por la decapitación de una muñeca sin
ojos.
Al entrar ya vislumbro el moño altivo y la enorme presencia
de una actriz de rojo que evoluciona alrededor de la barra y del que creo mi
cuenco de gominolas.
Café El Cosaco |
Su dicción es la de las chicas de clase media madrileña,
borboteante y afectada, y modulada hasta la autocomplacencia.
Llena el patio de butacas de este espacio aterciopelado y
oscuro, de donde surgen las facciones blancas y ojerosas de un músico macilento
vestido de negro.
No estamos en Valaquia ante un ecce homo crucificado, pero lo
parece. Ni tampoco en una casa de citas, pero de sexo y pasiones nos veremos
enredados.
La Nochebuena de este año, la elegante mujer de rojo, tras
sus gruesas gafas de sol, se acerca a la mesa de la inerme Natalia, una frágil-bella mujer-actriz con la que comparte secretos y amargores.
Durante unas largas vacaciones en la costa, la presencia de
Natalia destapa la caja de Pandora de su vientre. Y esta Nochebuena quiere
pactar para no perder.
Natalia calla, y quien calla otorga.
Acompañando a estas dos mujeres marionetas de sus pasiones,
la música del muy conocido contrabajista Jirka Vaclavik. En su primera obra de
teatro afina sus nuevos registros escénicos y luce apabullante.
Catarsis de la mujer de rojo |
Hacia el final de esta breve obra, Natalia (Isabel Montijano), zarandeada y confusa, quiere interceder a
través del teléfono en una memorable conversación que destila unas grandes dotes
interpretativas, eclipsadas por el monólogo rotundo e incontestable del personaje
encarnado por Cristina Galea, que soporta como el poste de una carpa toda la
obra.
Aplausos sinceros a esta adaptación de Carlos Gómez de la
obra de Strindberg “La más fuerte” (1888), pero con un nombre virulento: Señora
Ébola, la cual extiende su ponzoña sobre todos nosotros, los puritanos y los
infieles de palabra, obra y pensamiento.
El contrabajista |
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