Las personas que queremos apurar cada sorbo de vida a nuestro alrededor somos asaltadas por miles de estímulos a cada poco, y debemos colocar grandes filtros a nuestras inquietudes para no ser capturados por ellas y enloquecidos, como le pasó a Alonso Quijano.
Y apartándose los dos a un lado del camino, tornaron a mirar atentamente lo que aquello de aquellas lumbres que caminaban podía ser; y de allí a muy poco descubrieron muchos encamisados, cuya temerosa visión de todo punto remató el ánimo de Sancho Panza, el cual comenzó a dar diente con diente, como quien tiene frío de cuartana; y creció más el batir y dentellear cuando distintamente vieron lo que era, porque descubrieron hasta veinte encamisados, todos a caballo, con sus hachas encendidas en las manos, detrás de los cuales venía una litera cubierta de luto, a la cual seguían otros seis de a caballo, enlutados hasta los pies de las mulas; que bien vieron que no eran caballos en el sosiego con que caminaban.
Iban los encamisados murmurando entre sí, con una voz baja y compasiva. Esta extraña visión, a tales horas y en tal despoblado, bien bastaba para poner miedo en el corazón de Sancho, y aun en el de su amo; y así fuera en cuanto a don Quijote; que ya Sancho había dado al través con todo su esfuerzo. Lo contrario le avino a su amo, al cual en aquel punto se le representó en su imaginación al vivo que aquélla era una de las aventuras de sus libros.
Alonso Quijano ya había enloquecido cuando salió por los campos de Castilla a desfacer entuertos. Y cuando se encontró algo parecido a lo que en la tradición castellana se llama Estantigua o Hueste Antigua él mismo comenzó a dudar de su cordura. Otros, más expertos en lo cervantino, se refieren a la escena como un encuentro con el cortejo fúnebre de fray Juan de la Cruz.
Gonzalo de Berceo, en su vigésimoquinto Milagro de Nuestra Señora, nos cita al popular personaje medieval Teófilo el Penitente (ya citado en la Cantigas de Santa María, de Alfonso X y entroncado en la tradición clásica por una versión griega del siglo VI escrita por un tal Eutychianus).
Teófilo el Penitente es un clérigo despechado que recurre a un judío hechicero para conseguir un puesto que le es negado y sigue sus instrucciones, esperando sin santiguarse ... (779).
Vío a poca de ora venir muy grandes yentes
con ciriales en manos e con cirios ardientes,
con su reï en medio, feos, ca non luzientes:
¡Ya querrié don Teófilo seer con sus parientes!
El rey era el Demonio y le hizo firmar un pacto a cambio de su alma. Teófilo entonces pierde su sombra y adquiere entonces una palidez mortal.
Francisco López de Úbeda también alude al mito en La Pícara Justina
A lo mejor de mi miradura entró gran tropa de canónigos, vestidos de blanco, las camisas sobre el sayo, que iban entrando al coro por diferentes puertas.
Yo, como era la primera vez que vi cosa semejante, pensé que era la hueste, mas después, viendo que eran hombres como los otros, les perdí el miedo.
La Hueste Antigua o Estantigua
La "hueste" que cita Francisco López de Úbeda es la Hueste Antigua o Estantigua, que es también como se conoce a la Procesión de Ánimas, la Santa Compaña, la Güestia o la Estadea.
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La hueste o compaña es una reunión de almas del Purgatorio para un fin determinado.
A las 12 de la noche se levantan los difuntos y salen por la puerta del cementerio. Una persona viva va delante con la cruz y el caldero de agua bendita y no debe volver la cabeza a los muertos bajo ninguna circunstancia.
Cada difunto lleva una luz que no se ve, pero se percibe claramente el olor de la cera que arde.
La comitiva tampoco pueden verla los que observan, pero se percibe el movimiento del aire a su paso.
El pobre desgraciado portador de la cruz sólo puede obtener la dispensa de tan tétrico cometido encontrando a su paso a otra persona y entregándole la cruz y el caldero, antes de que pueda hacer un círculo en la tierra para quedar libre de dirigir la compaña.
Ésta es la descripción clásica que hizo el folclorista Jesús Rodríguez López en 1895 en Supersticiones de Galicia.
También se dice que el que se encuentre con la Hueste puede librarse si mantiene las dos manos ocupadas en ese momento, por ejemplo con un rosario u otro objeto, si no, está perdido y se le entregan los testigos (cruz y caldero), quedando incorporado a la fantasmal procesión.
El aspecto del vivo que encabeza la Hueste es demacrado, enflaquecido y ausente, pues no puede cesar en su espeluznante cometido hasta que encuentre a otro portador.
Y será hombre o mujer dependiendo de si el patrón de la parroquia del pueblo es un santo o una santa. No se le permite descansar.
Cada noche que pase, su luz será más intensa y durante el día su palidez será mayor, debilitándose su salud hasta la muerte si no encuentra un sustituto para portar la cruz y el caldero.
La Hueste camina emitiendo rezos, principalmente un rosario, cánticos fúnebres y tocando una esquila a su paso (como las que toca un barandales encabezando las procesiones en Zamora).
Al paso de la Hueste, cesan los ruidos del campo y de los animales, sólo se escucha el repicar de una campana. Los perros anuncia la llegada de la Hueste aullando durante la noche y los gatos erizan el pelo y huyen despavoridos.
Aunque el aspecto de la Hueste o la Compaña varía según las diferentes zonas del noroeste español, la más extendida señala que está formada por una comitiva de almas en pena vestidas con túnicas y capuchas negras que vagan durante la noche.
Esta procesión de ánimas forma dos hileras, van envueltas en sudarios y con los pies descalzos. Cada fantasma lleva una vela encendida y deja a su paso un olor a cera. Al frente de esta compañía fantasmal se encuentra un espectro mayor, llamado Estadea.
Estadea va recogiendo almas de personas vivas que salen a las calles de sus pueblos durante la medianoche, las ponen a cargar una cruz pesada y un caldero con agua bendita, hasta que mueren y pasan a ser sirvientes de Estadea.
La única manera de librarse es pasando la cruz y el caldero a otra persona viva.
Las personas que portan la cruz y el caldero de noche padecen de una extrema palidez y cansancio durante el día, no recordando el motivo.
Si tienes la mala suerte de encontrarte con la Hueste debes dibujar un círculo en el suelo y meterte dentro de él o tirarte al suelo para dejar que te pisen, al menos así salvarás la vida.
También el ser portador de otra cruz o evitar escuchar los cánticos de la procesión rezando una plegaria distinta puede evitar la maldición de entrar a formar parte de ella. Si no puedes hacer ésto, sólo te queda correr y esconderte donde puedas.
Se dice que no todas las personas pueden ver la Santa Compaña, tan sólo ciertos dotados, como los adultos a los que, siendo niños, el sacerdote, por error, impuso los santos óleos en vez del agua bendita al bautizarlos.
En Zamora a la Hueste se la denomina la Estadea y es una mujer que vaga por los caminos y los cementerios. No tiene rostro y huele a la humedad de las tumbas abiertas. Sólo se aparece a aquél que va a morir.
En Asturias
En Asturias a la Hueste se la llama la Güestia, y se alude también de manera apotropaica (para conjurar el mal) a la misma denominándola bona xente.
Se refiere a una procesión de gente encapuchada que se acerca a la casa de una persona moribunda y, tras dar tres vueltas a ella, el enfermo muere, por lo que parece emparentarse con la leyenda irlandesa de las banshee o ánimas femeninas irlandesas.
Se dice que van exclamando Andai de día que la nuechi ye mía.
Y se cuenta un relato de una mujer que salió de su casa por castañas pensando que ya era de día y un miembro de la procesión le dijo que era su padrino, entonces, ya muerto le tendió su vela encendida, la cogió y al cabo de unos días, enfermó y murió.
El esquelético y demacrado Jack de la película de animación Pesadilla antes de Navidad de Tim Burton tiene un aspecto que nos es muy familiar, según el descrito en los relatos anteriores: demacrado, esquelético, ... como el portador de la cruz que pena durante las noches y se consume de día.
Pero aparentemente tiene la cabeza hecha con una extraña calabaza blanca, muy similar a las calaveras mejicanas sonrientes del Día de los Difuntos, en una clara muestra de sincretismo norteamericano. Pero es que también parece un vampiro europeo, con su traje y su pajarita de murciélago.
La cabeza blanca de Jack bien podría ser una representación de esos nabos (colinabos) que tallaban los irlandeses para introducir una vela dentro e infundir miedo a sus vecinos de los pueblos. En el Museum of Country Life de Irlanda se puede ver un ejemplo.
Nabo-lámpara irlandesa de Halloween |
La gran mayoría de las calabazas que se consumen en el mundo tienen su origen en especies que fueron domesticadas en Méjico, todas ellas pertenecientes al género Cucurbita.
De hecho se trata de la primera planta cultivada en Mesoamérica, la fecha más antigua que se conoce es de hace unos 10 000 años.
Desde entonces la calabaza es parte fundamental de la dieta mejicana, pues es una planta de la que se aprovecha no sólo el fruto sino sus flores y sus tallos, y desde que a raíz de la conquista española se dispersó por el mundo es un producto consumido ampliamente.
Cuando los inmigrantes irlandeses desembarcaron en América encontraron numerosas variedades de calabazas, algunas muy fáciles de trabajar para seguir la tradición de su Samhain o víspera de Todos los Santos (All Hallow´s Evening o Halloween).
Por otro lado, en España también existe la tradición de celebrar el Día de Todos los Santos desde la Era Cristiana, pero desde tiempos previos a la conquista de Roma se han utilizado los melones y las sandías que trajeron los cartagineses para hacer máscaras o cabezas ahuecadas con ojos para asustar en la celebración de la tradición precristiana del magosto y en otras fiestas de ritos paganos.
Las sandías y los melones viajaron desde Fenicia a España en los barcos como reservas de agua y también lo hicieron en los galeones españoles hacia América convertidos en jugosos frutos.
Tal vez los colonos irlandeses vieron ese uso que se les daba a las calabazas en el sur de EEUU, influido por el folclore precolombino y las tradiciones españolas, tanto del uso de melones y sandías como la celebración del calbote extremeño y se les ocurrió utilizar ese enorme fruto para sus celebraciones de Halloween.
Esta variedad de calabaza es la que se suele utilizar para celebrar Halloween por su color naranja vivo. Es una variedad francesa, que además de ser utilizada para decorar la casa, también puede ser usada en la cocina, aunque tienden a estar bastante huecas y casi no tienen carne.
Además, dependiendo de los nutrientes que haya tenido en la tierra, este tipo de calabazas pueden llegar a pesar una decena de kilos.
Son blandas e ideales para hacerles incisiones fácilmente y poder vaciarlas sin romperlas. Y quedan espectaculares y terroríficas imitando la cabeza de un espectro maligno.
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